El director Osgood Perkins reversiona, en Gretel & Hansel (2020), el tradicional relato de los hermanos Grimm. ¿Qué se escondía en tiempos pasados en estos cuentos? ¿Y qué es lo que se quiere contar hoy con ellos?

Por Nicolás Bianchi

Los relatos sostenidos tanto en el papel como en la trasmisión oral pueden ser leídos como mensajes a través del tiempo, cuyos significados no están todos a simple vista. El historiador norteamericano Robert Darnton publicó en 1984 el libro La gran Matanza de gatos y otros episodios de la historia de la cultura francesa, en el que explica que detrás de muchos cuentos infantiles está la práctica del infanticidio, extendida durante lo que se conoce como Antiguo Régimen, es decir antes de que el hombre pudiera controlar a la naturaleza para garantizar sus alimentos de manera eficiente. En la Antigüedad, la Edad Media y la Modernidad una racha de malas cosechas ponía en riesgo la supervivencia de las comunidades campesinas. La desnutrición ocasionaba el deterioro del sistema inmunológico, lo que a su vez facilitaba la extensión de las pestes. Una forma de racionar la comida era que haya menos bocas para alimentar.

No hay, por ahora, documentos que permitan determinar cuán extendida fue la práctica del infanticidio en Europa pero el análisis de la literatura infantil permite establecer que se trató de algo con asidero en la realidad. Niños vagando en bosques llenos de peligros como en Caperucita Roja (relato oral de autor desconocido) o en Hansel & Gretel, de los hermanos Grimm, dan cuenta de ello. De la misma manera la historia de Cenicienta se puede leer como un testimonio de la explotación infantil.

Otra historiadora, Pompa Banerjee, profesora de la Universidad de Colorado, profundizó en el tema pero desde una mirada de género. Encontró que en los archivos judiciales de los siglos XVII y XVIII hay una gran cantidad de acusaciones contra mujeres por matar a sus bebés. En su mayoría, madres solteras o viudas. En una época dónde la mortalidad infantil era una chance cierta para cualquier recién nacido se acusaba a las mujeres de matar a sus hijos, claro está, sin pruebas concluyentes. Banerjee encuentra ahí la construcción de la culpabilidad, que por un lado habla de la opresión contra la mujer “sola” y, por otro, que el infanticidio era una práctica, sino común, al menos posible.

Luego de esta larga introducción se puede conectar con la película del director Osgood Perkins, su tercera obra siempre dentro del género, en la que la historia popularizada por los hermanos Grimm ve invertido su título. Gretel & Hansel. Antes de los títulos se cuenta una historia previa en la que una niña con poderes oscuros es abandonada en el bosque por su madre. ¿Será la bruja? Luego, en el primer acto se muestra la secuencia tradicional del cuento. Acuciada por el hambre la madre de los niños echa a Gretel y a su hermano menor de su casa. El vagabundeo por el bosque comienza y la desesperación que genera la falta de alimentos va en aumento.

Llegan a la casa de la bruja, y a pesar de las sospechas que toda la situación despierta en Gretel, el hambre es más fuerte por lo que acceden a quedarse allí y comer los banquetes que la tenebrosa señora les ofrece. La película plantea un terror de ambientes. Por medio de la fotografía, el sonido y la ambientación se construye un ambiente lúgubre en el que los azules de la luz nocturna juegan con las tonalidades naranjas que emanan de las velas. El film de Perkins se ve muy bien, es atractivo. Las pesadillas de los niños durante la estadía en la cabaña de la bruja marcan el avance de la trama más que lo que sucede de día. Allí Gretel, en vez de ser martirizada por la bruja, es prácticamente tomada como discípula.

La amenaza del hambre deja paso a un peligro mayor. En las primeras secuencias cuando Gretel busca trabajo para tratar de colaborar con la manutención de su hogar, llega a una casa en la que un señor (bastante espantoso) le ofrece ayudarla pero le pregunta si “está inmaculada”, ya que eso es importante para la labor que ofrece. El mundo de Gretel & Hansel es aterrador, más que para los niños pobres en general, para las niñas que entran en la pubertad.

La película tiene un comienzo prometedor, un ritmo cansino con más énfasis en lo ambiental y visual en su desarrollo, y un cierre abierto, posible dentro de lo que se planteó desde el comienzo del film. Las actuaciones de Sophia Lillis como Gretel y Alice Krige como la bruja son más que correctas.