El pobre Frank Castle no gana para disgustos: le asesinan a la familia, le salen unas ojeras de psicópata que te cagas, y encima en Hollywood no saben hacerle la peli que se merece. Gracias a Dios, los de Capcom supieron trasladar sus desventuras a la maquinita Arcade para regocijo de sus muchos fans y para desgracia de las madres de éstos (cuántas monedas de cinco duros se fueron... corrijo, INVIRTIERON, jeje). El caso es que este personaje es sin duda uno de los más carismáticos de todo el universo Marvel, y no tan fantástico como los clásicos superhéroes que echan tela de araña por las muñecas o rayos eléctricos por el culo. Por esto considero que se merece una peli a la altura de las muchas que se han hecho últimamente (altura de presupuesto, quiero decir; de calidad se merece mucha MÁS).
Pues bien, la versión protagonizada por Thomas Jane me parece sencillamente penosa, descafeinada para un personaje que es café puro y duro. Y esta de mi admirado Dolph Lundgren, es barata, sucia, polvorienta, violenta y simple. O sea, todo lo que The Punisher debe ser. No obstante, la dirección y el presupuesto juegan en su contra y la impiden despegar. Me veré la nueva del tal Ray Stevenson, pero albergo pocas esperanzas de que colme mis expectativas.
Por esto no pienso renegar de la convicción de que Dolph es el mejor Frank Castle que ha habido y habrá, y que no lleve la calavera en la camisa es lo de menos.