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8
6,8
32.339
Drama. Ciencia ficción
Justine (Kirsten Dunst) y su prometido Michael (Alexander Skarsgård) celebran su boda con una suntuosa fiesta en casa de su hermana (Charlotte Gainsbourg) y su cuñado (Kiefer Sutherland). Mientras tanto, el planeta Melancolía se dirige hacia la Tierra... (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los discursos filosóficos que trae la película, puede que suenen catastrofistas o irreales, si no fuera porque el planeta Melancolía protagonista del film del director danés Lars Von Trier, se asemeja en demasía, para mi gusto, con ese también gigantesco coloso que se cierne amenazante sobre nuestras cabezas llamado capitalismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Los discursos filosóficos que trae la película, puede que suenen catastrofistas o irreales, si no fuera porque el planeta Melancolía protagonista del film del director danés Lars Von Trier, se asemeja en demasía, para mi gusto, con ese también gigantesco coloso que se cierne amenazante sobre nuestras cabezas llamado capitalismo.
Melancolía, tan bello y azul -casi tanto o más que la tierra misma-, como lo era el capitalismo allá por los años cincuenta y sesenta, empieza a acercarse engordando a nuestra vista, dejando patente su verdadero y grotesco tamaño. Un símil que tomo acertado para compararlo con esas burbujas económicas que parecen explotar -sin mucho ruido de momento- a nuestro alrededor.
A parte de la comparación político-económica, la película nos sumerge, en dos partes diferenciadas, en las vidas de dos hermanas que viven en dimensiones paralelas sobre la misma realidad: la magnifica Kirsten Dunst, enferma de melancolía por una situación de continuo abandono por parte de su familia -que queramos o no, al final son los que nos marcan nuestro grado de soledad a lo largo de la vida-, vive un contexto en el que su propia desdicha significa paradójicamente la desgracia de sus familiares. Por lo que en un esfuerzo sobrehumano, que le lleva al agotamiento, trata de vivir enmascarada, vendiendo una falsa y vacía felicidad que para más inri destaca en su trabajo como publicista.
Charlotte Gainsbourg, hermana de Kisten Dunst en el film, tiene una percepción muy distinta de la realidad: Todo, o casi todo, debe ser perfectamente artificial. Su personaje busca de manera casi enfermiza -la carrera con su hijo en brazos por llegar al pueblo-, la vida perfecta. Trata por todos los medios que todo a su alrededor sea ideal olvidándose de que la realidad, el mundo, “es una mierda”.
De ahí la manera tan distinta que tiene cada hermana de ver ese catastrófico final que a mi se me antojó como de una calma extrema. Esa paz que resulta de encontrar un refugio en medio de una tormenta, como intuyo que lo fue para el papel de Kirsten Dunst, que probablemente se topó con una balsa de aceite en su vida desencantada. Al contrario que Charlotte, quién no puede concebir un final más cruel para ella y su hijo en el culmen de su realidad perfecta.
Quizá sea el hijo, o el sobrino de las protagonistas, el que marque esa pauta intermedia entre las dos: ni una visión totalmente catastrofista del mundo que no deja disfrutar del presente, ni tampoco esa otra en la que todo alrededor debe ser prefecto. “Me da miedo que el planeta se estrelle contra nosotros”, dice el pequeño abrazado a su tía idolatrada. Y es que es eso lo que todos deberíamos de sentir para no olvidar que detrás de esa belleza brutal que posee la tierra, se esconden cosas mucho menos atractivas.
http://laastilla.wordpress.com
Melancolía, tan bello y azul -casi tanto o más que la tierra misma-, como lo era el capitalismo allá por los años cincuenta y sesenta, empieza a acercarse engordando a nuestra vista, dejando patente su verdadero y grotesco tamaño. Un símil que tomo acertado para compararlo con esas burbujas económicas que parecen explotar -sin mucho ruido de momento- a nuestro alrededor.
A parte de la comparación político-económica, la película nos sumerge, en dos partes diferenciadas, en las vidas de dos hermanas que viven en dimensiones paralelas sobre la misma realidad: la magnifica Kirsten Dunst, enferma de melancolía por una situación de continuo abandono por parte de su familia -que queramos o no, al final son los que nos marcan nuestro grado de soledad a lo largo de la vida-, vive un contexto en el que su propia desdicha significa paradójicamente la desgracia de sus familiares. Por lo que en un esfuerzo sobrehumano, que le lleva al agotamiento, trata de vivir enmascarada, vendiendo una falsa y vacía felicidad que para más inri destaca en su trabajo como publicista.
Charlotte Gainsbourg, hermana de Kisten Dunst en el film, tiene una percepción muy distinta de la realidad: Todo, o casi todo, debe ser perfectamente artificial. Su personaje busca de manera casi enfermiza -la carrera con su hijo en brazos por llegar al pueblo-, la vida perfecta. Trata por todos los medios que todo a su alrededor sea ideal olvidándose de que la realidad, el mundo, “es una mierda”.
De ahí la manera tan distinta que tiene cada hermana de ver ese catastrófico final que a mi se me antojó como de una calma extrema. Esa paz que resulta de encontrar un refugio en medio de una tormenta, como intuyo que lo fue para el papel de Kirsten Dunst, que probablemente se topó con una balsa de aceite en su vida desencantada. Al contrario que Charlotte, quién no puede concebir un final más cruel para ella y su hijo en el culmen de su realidad perfecta.
Quizá sea el hijo, o el sobrino de las protagonistas, el que marque esa pauta intermedia entre las dos: ni una visión totalmente catastrofista del mundo que no deja disfrutar del presente, ni tampoco esa otra en la que todo alrededor debe ser prefecto. “Me da miedo que el planeta se estrelle contra nosotros”, dice el pequeño abrazado a su tía idolatrada. Y es que es eso lo que todos deberíamos de sentir para no olvidar que detrás de esa belleza brutal que posee la tierra, se esconden cosas mucho menos atractivas.
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