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Voto de guisanteSideral:
8
Comedia. Bélico Convencido de que los comunistas están contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de encontrar la fórmula para impedir el bombardeo. Por su parte, el Presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. Mientras tanto, ... [+]
8 de junio de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De esta manera comenzaba una conversación telefónica entre el presidente de los Estados Unidos y el líder de la Unión Soviética allá por los años sesenta. Obviamente el diálogo no sucedió de esta manera y probablemente nunca ocurriera, pero así nos lo mostró Stanley Kubrick en 1964 con ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, una dosis de genialidad cinematográfica impregnada de un humor rápido y sarcástico que no deja a nadie indiferente.

Considerada película de culto de obligada referencia, nos teletransporta al escenario central de la Guerra Fría y sitúa de lleno en el juego de poder entre los dos titanes que en su momento se disputaban la hegemonía mundial; Estados Unidos y la Unión soviética, firmes representantes de valores totalmente opuestos. Capitalismo y comunismo, dos bloques enfrentados donde la armonía era algo difícil de alcanzar. Actualmente y después de los análisis historiográficos y las estadísticas económicas que nos han ofrecido los análisis recientes, poca gente cree que hubo realmente un peligro de guerra nuclear debido a las características propias que atravesaba cada país, pero lo cierto es que en su momento, la sensación de peligro inminente era muy real; el pánico era innegable y aunque hoy estas teorías catastrofistas han perdido fuerza, Kubrick nos muestra que la situación llegó a ser tan extrema que resultó disparatada. ¿Que hubo mucha gente paranoica? Sí. Probablemente no tanto como el general Ripper con sus fluidos vitales, pero la hubo. Como para gustos los colores, al igual que férreos defensores de esta obra maestra - entre los que me incluyo - también hay tenaces detractores. Posiblemente el motivo de esto sea la cultura general sobre el conflicto del propio espectador previo al visionado. Lo cierto es que la película está cargada de notas de humor y puntualizaciones que hacen necesarios ciertos conocimientos sobre el tema y que en caso de no poseerlos, estos chistes, al no ser comprendidos, pueden desbordar del surrealismo (si ya lo acaricia de por sí).

Uno de los legados que nos dejó la Guerra Fría fue un arsenal de cultura cinematográfica. Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (o si prefieres su inverosímil traducción al español ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú) es uno de esos ejemplos.
guisanteSideral
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