Allen es aficionado a homenajear a sus ídolos cinematrográficos, en ejercicios de estilo que nos ha ido regalando a lo largo de toda su carrera:
Así ya en sus comienzos encontramos
Toma el dinero y corre, homenaje al cine negro de gansters de los años 40,
Sueños de un seductor, por Casablanca,
Interiores, por Ingmar Bergman,
Stardust Memories, por Fellini,
y en esta ocasión se permite el lujo de rodar una comedia musical de los años 50 sin muchas más pretensiones. No hay grandes reflexiones filosóficas y la película destila en general optimismo y buen humor, con algunas bromas y números musicales que contemplamos con sonrisa divertida. Gran labor de los coreógrafos, vestuarios, localización de exteriores, y una exquisita selección musical, como ya nos tiene acostumbrados.
La película, en fin, en entretenida, sin llegar a entusiasmar excesivamente.