Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo reaccionaríamos ante la situación de que maten a un ser querido y la justicia no haga su labor. Y si no nos lo hemos preguntado directamente, hay muchas películas que lo habrán hecho por nosotros. Ésta es una de ellas. Padre de familia de buena posición con un hijo triunfador al que matan en un atraco (que no es atraco) y que se quiere vengar de toda una banda marginal por la muerte de este. La reconversión de Bacon es próxima a la pantomima, al chiste, alternando su eterna cara de hombre atrapado por sus demonios con la de vengador implacable. Kelly Preston no es más que la mujer que tiene que salir en la película y John Goodman... ni siquiera sé por qué sale en los créditos iniciales si no hace más que un simple cameo. Los demás, pues flojos. La policía, Aisha Tyler, con uno de los peores papeles de toda la película: ni parece policía ni parece actriz. Y la banda de malos... Cogida por los pelos. Una mezcla étnica con tufillo setentero que sí, nos recuerdan bastante a la saga de Charles Bronson.
La moraleja viene a ser cómo un hombre respetable se convierte en un pandillero más, al moverse por los hilos de la venganza. Y más si en la película dejan a la policía y a la justicia a la misma altura de la mierda. Ineptos, ineficaces, vacíos.
¿Quién aplica la sentencia? ¿Intentaron ser un verdadero reflejo de la sociedad norteamericana de nuestros tiempo? ¿O simplemente fue un homenaje a las violentas películas de acción de los setenta y ochenta? Siempre nos quedará la duda.