“Memento” es el thriller de suspense más rompedor y fascinante que se ha conseguido hasta ahora, prueba de que en el cine no sólo el guión es importante: también el montaje. Y es el montaje y varios giros sorprendentes de la película lo que elevan a la producción hasta lo más alto. La premisa es innovadora, pese a que pronto la película (cronológicamente) pueda ser más convencional o menos que otras, y ahí está la gran baza del uso fragmentado e inverso de la narración. Es una diabólica tragedia psicológicamente tramposa y tristemente real que engancha y logra dejar al espectador boquiabierto y profundamente hundido para muy bien. La dirección de Christopher Nolan (asentándose ya tras “Following”) es bestialmente buena pese a las modestias de ser una película pequeña, al igual que la interpretación del trío protagnista (Pearce, una ahora desaparecida injustamente Anne Moss, un adecuadísimo Pantoliano) y otros secundarios (Stephen Tobolowsky) y una banda sonora hermosamente oscura a cargo de David Julyan. No es de extrañar que Nolan se ganase sus propias masas y seguidores con semejante obra maestra redonda.