Extraordinariamente eterna. La película Chronicle tiene numerosos méritos. De manera sorprendente e inexplicable, hace aburrida y pesada la capacidad que le otorga al espectador de llegar a creer lo imposible posible. La cercanía y realismo de la presentación de lo extraordinario se convierten en martirio por la lentitud del film, transformando una técnica brillante en un "necesito que esto acabe ya". Pero lo mejor llega cuando al guionista se le va todo de las manos, o como se diría popularmente "se le va la pinza". Lo único que te mantenía sentado en la butaca (esa cercanía a lo sobrenatural) desaparece de manera brusca y repentina aplastado por situaciones tan surrealistas y esperpénticas que rozan lo ridículo.