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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama George y Martha son un matrimonio que se profesa un odio salvaje. Ambos tienen personalidades autodestructivas, conocen perfectamente las debilidades del otro y saben cómo exasperarlo. George es un profesor de historia alcohólico. Martha, la hija del director de la universidad donde George da clases, es una mujer frustrada y vulnerable. Un sábado por la noche, después de una fiesta, invitan a su casa a un nuevo profesor y a su esposa. ... [+]
22 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mike Nichols es uno de los cineastas más importantes de mi vida. Alguien que se presenta al mundo en 1966 con una ópera prima de la dimensión de “¿Quién teme a Virginia Woolf?” no es de este mundo. Si al año siguiente estrenas “El graduado”, es que has cambiado las reglas del juego para siempre y has abierto de una patada la puerta al Nuevo Hollywood de la década de los 70, la mejor de la historia. Todas las miserias del ser humano en general y del matrimonio en particular se desparraman ante nuestros ojos en esta obra maestra, un alegato contra las sustancias nocivas que las instituciones matrimonial y familiar inoculan en el ser humano de una fuerza agresiva jamás vista antes. Y todo ello rodado con unos alardes visuales antológicos que marcaron a toda una generación de cineastas. Una de las grandes cumbres del Séptimo Arte.

Elizabeth Taylor y Richard Burton interpretan, en un ejercicio instrospectivo que daría para muchas páginas de análisis porque entonces estaban casados, a un matrimonio que ha llegado a ese punto al que convergen la mayoría de ellos en el que se odian mutuamente y desprecian de forma superlativa. Lo suyo es un campo de batalla continuo y más cuando el alcohol los desinhibe. Tras una fiesta en casa del padre de ella, Decano de una prestigiosa universidad norteamericana donde ambos cónyuges dan clase, vuelven a casa bastante borrachos, escupiéndose todo el odio acumulado en tantos años de matrimonio y a la espera de que aparezca otro matrimonio joven, él docente recién llegado, al que han invitado a tomar “la última copa”. La representación de todo lo que guardan dentro está por comenzar, sobre todo esa noche alcoholizada y con público.

Pero, por si el argumento no fuera suficiente, la puesta en escena de Mike Nichols aún logra incomodar y violentar más al espectador a través de unos movimientos de cámara inauditos, unos encuadres modernamente rupturistas y algunos planos holandeses que entiendo entre los mejores que haya dado el cine.

Al tratarse de la adaptación de una obra teatral de Edward Albee, además de los alardes de caligrafía visual de un genio como Mike Nichols, son las interpretaciones las estrellas de la función y, sin duda, pocas veces en la historia del cine a la altura que se paladea en este film: el poder autodestructivo de Elizabeth Taylor (Oscar a la Mejor Actriz por esta película) y Richard Burton interpretando al matrimonio protagonista es inabarcable (cuánto de real y cuánto de interpretación habría en todo ello, no puedo dejar de preguntarme mientras que la veo), pero aguantan el tipo la pareja que interpreta al otro matrimonio joven que viene de visita, tanto George Segal como, sobre todo, la gran Sandy Dennis (Oscar a la Mejor Actriz Secundaria por esta cinta), una de las mejores actrices secundarias que haya dado el cine y que siempre logra dejarme anonadado. El momento del film en el que su personaje grita: “¡Eso, sí, violencia, violencia!” hiela la sangre.

129 minutos de denso texto dramático que se escurre entre los dedos mientras nos revolcamos en la pocilga de la esencia humana ante unos personajes que son todos ellos repugnantes, mostrando la parte más sórdida y vomitiva de lo que somos y cómo lo somos.

Merece comentario aparte la dirección de fotografía de Haskell Wexler (Oscar merecidísimo) en un blanco y negro que me resulta uno de los más bellos que he visto en toda mi vida proyectado en una pantalla. Así como la siempre oportuna partitura musical de Alex North con un tema principal interpretado con guitarra absolutamente maravilloso.
Sergio Berbel
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