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Voto de Sergio Berbel:
8
Drama. Comedia Sandy Bates, director de cine especializado en comedias, asiste a una revisión de su obra en un hotel de la costa. Mientras a su alrededor todo el mundo quiere conocerlo y colmarlo de halagos, Bates se refugia en su interior para repasar los instantes más significativos de su vida sentimental y encontrar un sentido a su vida dentro de un mundo que cada vez le resulta más extraño e inhóspito. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1980, justo después de rodar sus obras maestras imperecederas “Interiores” y “Manhattan”, y con el mismo preciosista blanco y negro fotografiado por Gordon Willis de esta última, Woody Allen nos entregaba “Recuerdos (Stardust Memories)”, una inclasificable película que bebe directamente del “8 y ½” de Federico Fellini y que mezcla una narración lineal al uso con flashbacks al pasado del protagonista y realidad con ficción rodada en un ejercicio de metacine realmente felliniano en grado sumo.

Woody Allen interpreta (o se interpreta a sí mismo) a un director de cine que, ante una crisis existencial profunda, entiende que han tocado a su fin las aclamadas comedias que ha venido rodando hasta entonces y que es momento de dejarse llevar por el drama. Pero su público no lo comprende y lo persigue y lo acosa por donde pasa, porque la fama es algo que puede llegar a convertirse en indeseable por asfixiante y en castrador artísticamente hablando.

Mientras tanto, su vida sentimental oscila entre un amor apasionado que terminó abruptamente (maravillosa Charlotte Rampling en su interpretación) y una mujer cabal con dos hijos que abandona a su marido por él y que es quien realmente le conviene. Está servido sobre la mesa el clásico debate entre lo que conviene y lo que se quiere, y el personaje de Allen oscila de una situación a otra.

De paso, el genio neoyorquino carga contra la industria del cine y contra la pedantería intelectual sin consideración (“Los intelectuales son como la mafia: sólo se matan entre sí”, afirma en una escena), así como narra de forma cruda y directa el vacío existencial de quien ha alcanzado sus metas artísticas y se ha agotado en sí mismo.

Una cinta que oscila de la comedia al drama de forma permanente sin acabar de descansar definitivamente en ninguna de estas dos opciones y que deja entrever una velada crítica social consustancial al argumento de la misma, en permanente homenaje a Fellini, al que tanto admira Allen.

Sus obsesiones habituales (el desamor, la infidelidad, el sexo, la magia, la infancia como origen de todos los males, la muerte, el vacío existencial, la falta de respuesta a los grandes interrogantes, la fatuidad de la vida...) no faltan a la cita del realizador en esta película recomendable.
Sergio Berbel
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