Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Sergio Berbel:
10
Romance. Drama Con la Guerra Fría como telón de fondo, “Cold War” presenta una apasionada historia de amor entre dos personas de diferente origen y temperamento que son totalmente incompatibles, pero cuyo destino les condena a estar juntos.
26 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pawel Pawlikowski firmó de forma excelsa un clásico imperecedero instantáneo, una historia de amor con trasfondo musical definitiva, la última palabra. Y eso que quizás “Cold War” no es una película apta para todos los paladares, pero por algo debe ser que el nuestro fue el país en el que mejor taquilla hizo en todo el planeta, Polonia incluida, lo cual dice muchísimo de nosotros, y cientos de miles de vecinos nuestros descubrieron lo que se escondía detrás de tanto elogio unánime a “Cold War”, de esa catarata de premios del cine europeo que le han llovido, de esa presencia sagrada en festivales y, por supuesto, de esa conexión absoluta confesada en los propios créditos finales por el propio Alfonso Cuarón con “Roma”, ganadora ese mismo año del Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa, que realmente debió llegar a las manos de Pawlikowski.

Porque “Cold War” simplemente es una incontestable obra maestra y desde ya un clásico del cine salida de la genialidad del dios polaco Pawel Pawlikowski (oscarizado por su anterior maravilla titulada “Ida”), y la crítica y los premios no exageraban, es cine puro sustentado en música pura para una historia eterna.

A la hora de desplegar el catálogo de elogios que merece “Cold War” y que podría ocupar decenas de páginas, lo suyo sería empezar por la parte técnica, que tiene y mucho y buenísimo sobre lo que disertar, pero… es imposible no comenzar por su protagonista femenina, Joanna Kulig, que interioriza el personaje de la torturada Zula, que derrocha un festival interpretativo sin precedentes, que enamora a la cámara y al espectador con una sensualidad arrolladora, que sabe desgarrarse de emoción o de desolación en cada plano, que canta, que baila, que se emborracha, que ama, que odia, que se equivoca, que con una sola mirada nos hace ir de un lado al otro del Telón de Acero, meros muñecos a su merced.

Su interpretación es tan inconmensurable, que a veces hace palidecer la lección magistral de cine (y ya van dos) de Pawel Pawlikowski merendándose ella sola el protagonismo de una cinta tan redonda como absolutamente perfecta. Joanna Kulig es la guinda de un festín para el cinéfilo. Deseable y aborrecible a partes iguales, joven o mayor, llena de vitalidad o hundida, Joanna Kulig borda a la perfección su papel de Zula.

Pero seamos capaces de trascender más allá y entrar a analizar una de las grandes películas de los últimos años, absolutamente majestuosa cinta por un catálogo de virtudes convergentes absolutamente apabullante:

1.- Por supuesto, la primera de ellas el propio director polaco, Pawel Pawlikowski. Tenía ante sí una misión muy compleja, casi imposible: estar a la altura de su anterior película “Ida”, con la que conquistó a los cinéfilos del planeta entero. Y lo logró, es más, lo superó con creces. “Cold War”, con su formato extendido en la narración de una relación disfrutada y sufrida durante más de quince años y por media Europa, a un lado y al otro del Telón de Acero, es un campanazo definitivo para el cine de nuestro tiempo. Con la misma escasa duración de “Ida” (lo bueno, si breve, dos veces bueno), cuadra el círculo de una forma aún más magistral. Se trata del Paul Thomas Anderson de la Europa del Este.

2.- Su portentosa fotografía en blanco y negro. Si pensábamos que la de “Ida” era el culmen de la belleza sin color, “Cold War” la supera, más contrastada, con diferentes matices según estemos en Polonia, en Berlín, en Yugoslavia (la luminosidad de ese tramo de la cinta es cautivadora) o en París (con cierto aire expresionista y la más bella de todas las que conforman el film). Una auténtica maravilla de planos fotografiados, cuidados al detalle, donde todo encuadre tiene un sentido y una explicación, donde todo encaja. Y ese plano final, desolador y definitivo, una obra maestra en apenas un minuto con ecos de Tarkovski.

Especialmente orgásmico para el cinéfilo es todo el periplo parisino de sus personajes, donde Pawlikowski homenajea expresa y evidentemente a la Nouvelle Vague en muchísimos de sus encuadres. Una maravilla.

3.- La música, como la gran protagonista de la película. Todo, tanto sus personajes como su argumento, gira en torno a la música, y la evolución vital de la pareja protagonista, así como la propia evolución histórica del pasar de los años en ambos lados del Telón de Acero, resultan perfectamente retratadas musicalmente en la película. Todo es magistral, desde la rudeza y claustrofobia de la música folclórica polaca con la que los protagonistas se conocen y que ocupan el primer tramo de la cinta (incluida la música de espíritu soviético), hasta al sensualidad y el erotismo del jazz y el rock´n´roll parisinos (la fase de la película más lograda y más perfecta es la que se desarrolla en París).

Y todo a través de (casi) una única canción que, interpretada de cuatro maneras diferentes, va marcando el rumbo y la historia de unos personajes condenados a vagar por Europa a un lado y otro del Telón de Acero en busca del amor, y que ya permanecerá entre lo mejor de la música de nuestra vida para siempre.

4.- La historia, más compleja y profunda que la de “Ida”. Es el relato de un músico polaco al que, tras la II Guerra Mundial, se le encarga la formación de un grupo de música y danza para rescatar el folclore popular polaco y llevarlo a los teatros de toda la Europa del Este. Allí se encapricha de una joven bellísima y rubia que lo trastorna y que le va a cambiar la vida. No solo es perfecta en lo físico, sino que canta como los ángeles. El romance está servido.

5.- La guerra fría, las dos Europas, el modelo capitalista frente al comunista (quizás vivíamos mejor cuando había una respuesta viva al capitalismo, ahora salvaje desde que se sabe sistema único sin contrapesos), la fuga hacia la Europa occidental democrática, las fronteras… Todo es sutil pero perfilado en el relato de Pawlikowski.

Pensábamos que Polonia era el país de Kieslowski, pero ahora también es el de Pawlikowski.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow