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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Drama El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata, en presencia de su amigo Pedro, al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio. A partir de entonces, los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos. (FILMAFFINITY)
10 de enero de 2008
55 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wilder representa para Estados Unidos lo que Bergman para Suecia o Hitchcock para el Reino Unido: uno de sus máximos exponentes cinematográficos. Buñuel fue durante muchísimos años el único director de cine español acreditado para codearse con los grandes creadores del panorama internacional. La mayoría de sus obras podrían corroborar semejante afirmación, pero hoy corresponde hablar de “Los olvidados”.

El sello surrealista con el que tradicionalmente se ha identificado la obra del genial maño puede inducir a pensar, en ocasiones, que su trabajo creativo es tremendamente complejo o abrupto. Falso. Bueno, para ser honesto eso mismo pensé yo cuando ví “Un perro andaluz”. Sin embargo, Buñuel reanuda con “Los olvidados” la senda iniciada con “Las Hurdes. Tierra sin pan”, infundiendo a su peli ese espíritu docudramático tan crudo como objetivo que no tiene nada de abstracto y sí mucho de tangible. Cierto es que Buñuel no puede sustraerse de insertar alguna pincelada onírica u alegórica en su trabajo (la pesadilla de Pedro, la irrupción del gallo), pero éste se desarrolla –en líneas generales- dentro de unos cauces narrativos dinámicos, explícitos y terriblemente despiadados. Don Luis pone sobre el tapete el devenir cotidiano de un grupo de muchachos pertenecientes a las clases más humildes de una gran urbe como es la capital mexicana. Sin tapujos ni sentimentalismos. Mascando la miseria implacablemente. Rehuyendo panegíricos y moralina barata. Mostrando la puta realidad de forma atroz e impasible. Es más, si te consideras un ser humano tardarás unos minutos en recobrar tu expresión facial habitual al final de la película. No se trata de ningún rictus de índole patológico. Es una reacción humana normal si te palpita algo en el pecho.

Me considero un enérgico y contumaz defensor de “Ciudad de Dios”, pero en un hipotético duelo al sol entre Buñuel y Meirelles, éste último mancharía irremediablemente los pantalones. Fijo.
Taylor
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