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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
8
Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
13 de abril de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fotografía en B/N cruda y árida como la nieve que cae. Una cámara que escruta los rostros en busca de las más ínfimas reacciones. La historia de una joven que no conoce el mundo, y de la mujer de mundo que le entrega el testigo. Pero Ida aún no está preparada, ni para Dios ni para el placer. Por ello ha de ir catando poco a poco aquello que sostiene a su tía, la ex fiscal comunista que condenó a muerte a diversos disidentes. Primero, los zapatos de tacón alto, maravillosa escena del despertar de un ser dormido; la música, y con ella el alcohol, el vodka en el que ahoga Wanda su vida carente de sentido; y el sexo, a manos del músico de jazz que toca a Coltrane y le promete un perro, hijos, una vida en común. Pero nada se sostiene: Wanda salta por la ventana de su vida vacía, Ida vuelve al convento, el círculo se cierra. La Polonia de los años 50, tan triste y en blanco y negro como la España de aquellos años. Viendo esta preciosa película me sentí transportado por el túnel del tiempo hasta la década de los 70, a aquellos cine de Arte y Ensayo donde los cinéfilos nos refugiábamos para huir de Alfredo Landa y Louis de Funès: el Savoy, el Maryland, los Publi, donde veíamos películas como ésta, de países del Este o de países nórdicos, y nos creíamos un poco más europeos. Ida es preciosa, un fragmento de vida encapsulado. No os la perdáis.
Eduardo
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