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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Acción. Thriller Un tal Simon siembra el pánico en las calles de Nueva York haciendo explotar una serie de bombas, y asegura que no dejará de hacerlo a menos que el agente John McClane acceda a jugar con él a un juego llamado "Simón dice". Con la ayuda de Zeus, un electricista de Harlem, el agente comienza una trepidante carrera para resolver las adivinanzas planteadas por el terrorista y, al mismo tiempo, para averiguar sus intenciones. (FILMAFFINITY)
12 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con qué facilidad se escapa John McLane de la etiqueta de "héroe".
Quizá sea el rostro curtido de Bruce Willis, la actitud de 'matao' sin remisión, o que acabe lleno de roña hasta las cejas en todas sus historias, pero nunca dirías que es un héroe, no. Más bien un tipo que hace lo correcto cuando se debe, y a lo mejor hace eso mismo algo más que cualquiera.
En este ecuador de su propia saga, después de las dos historias que le hicieron el policía currito por excelencia, y antes de otras dos que le hicieron superhéroe artifical, probablemente sea en la que más lucha contra su condición de héroe (o superhéroe).

Porque 'Jungla de Cristal: La Venganza' va mucho más sobre la jungla que las demás.
En concreto, de Nueva York y su caos general, rugiente y agobiante, que no espera por nada ni por nadie, ni siquiera por la amenaza de un terrorista refinado pero brutal. No hay que echar demasiada imaginación al ver las carreteras colapsadas de atascos y la marabunta de peatones para imaginar que se rige por normas, pero que al final responde a la más elemental ley de la selva.
John McTiernan entiende esto y la utiliza como fondo vivo de la persecución alocada de McLane, creando cada maldito problema con su Central Park siempre atestado, policías que se toman demasiado en serio su trabajo y su ruda gente, con la que no es muy difícil identificarse si de repente estuvieras paseando por el centro de una ciudad y apareciera un policía sudoroso gritando que hay una bomba.

McTiernan también sabe que ya lo hemos visto todo, y que es el momento de atacar los nervios.
El terrorista llama a la comisaría y empieza por poner en sutiles pero peligrosos apuros a un resacoso McLane, que además se presenta desnudo y mal afeitado: ni rastro de un héroe, y sí de un tipo que se ha levantado otra mañana para ir a currar bastante fastidiado.
Llega entonces la salvación por parte de Zeus, un absolutamente grandioso Samuel L. Jackson, pero no solo de John, sino también de la propia película: solo un actor podría hacer que la mitad de sus frases dando la vuelta a conceptos racistas se puedan convertir en chascarrillos sin que nadie se sienta ofendido, o al menos no tan ofendido como para cabrear a a Zeus, el dios de no me toques los cojones que te meto un rayo por el culo. Dos 'mataos' enfrentando una amenaza terrorista mejor que uno.

Es su relación, la tensión en cada adivinanza de Simon Dice y el carisma inmenso de Jeremy Irons (que tan pronto viste un traje como una camiseta militar con el mismo porte) lo que hace de esta jungla algo especial.
Porque la peor resaca del mundo es una persecución frenética por (y para) Nueva York, donde cada uno juega sus cartas sobre la ciudad y trata de anticiparse al otro sin matarse por el camino. Por esas malditas cajas explosivas que tan solo mezclando dos líquidos ya nos tienen con el pulso por las nubes. Pero, sobre todo, por ver como un policía con el sudor de todo el día es capaz de vacilar a un terrorista inglés metódico hasta el extremo.

Incluso tras un (extraño) desenlace en Nevada, John McLane se da cuenta de que había dejado colgada a su casi ex-mujer al teléfono para perseguir terroristas y le pide unas monedas a Zeus para llamarla.
Si en ese gesto no está el espíritu de 'Jungla de Cristal' y la nula heroicidad del "héroe" no sé dónde puede estar.
Charles
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