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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Terror Adaptación de la famosa novela de Bram Stoker que toma como punto de referencia la insuperable adaptación de Murnau. Jonathan Harker viaja desde Wismar a Transilvania para visitar el castillo del legendario conde Drácula, a quien pretende venderle una mansión en su ciudad. Atraído por una fotografía de Lucy, la mujer de Harker, Nosferatu parte inmediatamente hacia Wismar, llevando con él la muerte y el horror. (FILMAFFINITY)
13 de abril de 2018
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La original ‘Nosferatu’ desplegaba una cualidad pictórica muy especial.
Propia del blanco y negro, en la que cada acción debe subrayarse solemnemente, y la estética se acerca a cualquier punto de la irrealidad.
Hubiera sido un error plantearse una nueva versión, y dejar todo eso atrás.

‘Nosferatu: Vampiro de la Noche’ elige un contraste acusado: barroquismo sobrecogedor en sus pasajes más terroríficos y casi plana naturalidad en todo lo demás.
¿De qué otro modo si no te podrías creer que existe un lugar, más allá de los Cárpatos, donde el cielo se abre y la tierra baja hasta no verse más? ¿O te creerías la naturaleza diabólica del Conde, al ver que invierte toda lógica humana o racional?
Las leyendas de los gitanos rumanos cobran sentido de repente, cuando Jonathan Harker va a vender una casa a Drácula en la lejana Transilvania, y la naturaleza parece rebelarse ante esa urgencia: el cochero menciona que no tiene carro ni caballos, y Harker debe tocarlos, aunque sea para asegurarse de que la cordura no escape su cabeza.

Werner Herzog da la historia por conocida, y por eso habla el silencio antes que la palabra, en monumentales paisajes que no expresan muerte necesariamente, si no… ausencia de vida.
Algo permanece en esos senderos, imperturbable al tiempo que sólo se ve pasar lentamente en las negras nubes del cielo.
El castillo de Drácula es, de hecho, otro espacio erróneo: un laberinto de habitaciones desordenadas, ruinosas y estropeadas, refugio de alimañas que se reproducen sin pudor en los marcos de las ventanas. Ni el espectro de bienvenida del Conde es capaz de tapar esa sensación de extrañeza que crece, por más que Harker se esfuerce en que las palabras de su diario le reencontrarán con la normalidad.

Aquella desapareció hace mucho, engullida entre mañanas aisladas y madrugadas eternas marcadas al son de un goteante tic-tac.
Pero dónde realmente desaparece la normalidad es la noche en que el Conde recorre el pasillo hasta su dormitorio: una ensoñación bañada en tonos azules que rompe toda apariencia humana, y le confirma como un parásito cazador.
Su encarnación del Mal, una presencia palpable de los inquietantes paisajes anteriores, contrasta con la inocencia de Lucy, la esposa de Harker, resuelta a desentrañar el enigma de lo que pasó a su marido a pesar de las fuerzas malignas que sobre su realidad puedan desatarse.

El último viaje del Demeter es terrorífico por la dureza que imprime Harker a su cabalgada de vuelta, en perfecta representación de cómo la maldad triunfa sin esfuerzo, sin apresurarse, porque siempre cuenta con gente que no creerá en ella.
La peste que llevan las ratas a través del mar es la venganza del Conde a un amor que no se le quiere dar: la enfermedad invade los cuerpos y mentes de la sociedad, retratando un desierto urbano donde los despreocupados celebran su próxima mortalidad y los más hedonistas se aseguran de exhibir su poder, en un último banquete del que sólo las plagas sacarán provecho.
El Conde ha vencido, ha traído su morada a la ciudad, y en el proceso ha conseguido mostrar lo decadente y absurda que puede ser la humanidad.

En este contexto la valentía de Lucy vale más que nunca, por seguir conservando una esperanza de que todo vuelva a ser como antes, y también por exponerse a la sombra del Conde, fascinado con ella y el amor que profesa a su marido.
Como una polilla a la luz, uno cree que debe ser eso lo que en realidad impulsa al vampiro: poseer y cambiar a su imagen y semejanza, pues resulta difícil que pueda querer lo que hay debajo del camisón que levanta.
Por eso Lucy es la pieza final, el caramelo más jugoso, porque es una inocencia pura y libre que nunca podrá tocar ese ser que tanto aprisiona y corrompe.

Hacía falta resaltar el poder del Conde cambiando todo lo que se conoce, y Lucy tratando de conservar lo que conocía.
Todo para comprobar que el Bien y el Mal coexisten en armonía, con la necesaria línea entre ambos que ninguno de los dos puede ni debe cruzar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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