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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
3
Aventuras. Drama. Fantástico. Intriga París, años 30. Hugo (Asa Butterfield) es un niño huérfano, relojero y ladrón que vive entre los muros de una ajetreada estación de trenes parisina. Nadie sabe de su existencia hasta que le descubre una excéntrica niña (Chloë Moretz) junto a la que vivirá una increíble aventura... (FILMAFFINITY)
25 de noviembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cámara se mueve entre una ciudad aparentemente iluminada por sueños y secretos por descubrir. La magia parisina se muestra con un halo de recuerdo por un tiempo que ya no volverá. El objetivo se introduce en esta maravillosa ciudad con planos imposibles y efectos asombrosos. Dirige el gran Scorsese, esto será increíble. Y tanto.

Un ojo ingenuo observa desde una estación de trenes. Entre manillas y herramientas se encuentra Hugo Cabret, hijo de un mago soñador que ansiaba arreglar una obra perdida y, tras su muerte, su único legado para el pequeño y huérfano Hugo. Este observador vive en una clandestinidad necesaria para un relato de misterio infantil. Nadie puede descubrirle, aunque no se entiende muy bien por qué. De hecho se vuelve punto central dramático cuando parece meramente banal.

Un pequeño viaje, o intento de, al interior del tiempo. Al interior de un reloj al que sigue dando cuerda Hugo. Este mensaje es el que me quedo para no maltratar en exceso al viejo Martin: alguien con alma inquieta debe seguir dando cuerda a este mundo en donde las normas y las formas se imponen a los sentimientos. El arte como modo y camino de una vida para la ilusión. Tonos de cuento, iluminación muy cerca de la fantasía. El relato la sobrepasa. Todos los estereotipos aparecen: secretos, niños, ilusiones y deseos del pasado. Donde se conseguirá aquello que nuestra esperanza ansía si despertamos nuestro niño interior. Las nauseas se empiezan a permitir.

La magia del artesano, casi mago, se torna vínculo esencial con Hugo sin aparente necesidad. Su ahijada se enamora de la aventura de Hugo (aún no sabemos cual es, ni tendremos la suerte de entender un conflicto justificado). Y así se enzarzan en una búsqueda donde todo viene dado, donde cualquier tiempo pasado fue mejor y donde sólo nos queda soñar. Pero quien quiere las aventuras no es nuestro protagonista, sino su recién conocida amiga burguesa con olor a biblioteca e ingenuidad pedante. El relato es un acercamiento a la literatura sajona para jóvenes del S.XIX con más artilugio que verdadera parafernalia. Sin un bonito adorno artesanal todo parece compuesto ad hoc. Y es que no cuida Scorsese más que una imagen impecable de luces creativas. Demasiada post-producción y muy poco ingenio al guión. Todo plano es una hermosa fotografía, por eso tampoco destaca ninguna en especial.

Pero como la película es un elogio al cine, casi una elegía, se reproducen ciertas proyecciones de un cine que encandiló a todos por su valor antiguo. Mala copia de Keaton y otros genios. Intenta recuperar una magia por la pantalla y esa luz que dibuja unos rostros y unos momentos, pero cae en los clichés y los cose sin gracia. Como digo, los giros no tienen justificación alguna, y eso distorsiona toda la obra. Se trata de una cinta más pretenciosa que intrigante, nos ofrecen todo mascado sin dejar lugar a la impresión en el espectador. Tal vez muy infantil, pero creo que ni a los pequeños deberían tratarlos así. Hay que descifrar un mensaje que no interesa, y que además dura más de dos horas. Entonces, para provocar, nos ralentizan una imagen con errores por las capas. Me explico: un objeto vuela de una manera artificial y Hugo trata de recogerlo en el aire, pero cada uno se mueve a una velocidad diferente, y consigue que ni los golpes de efecto fluyan.

Las interpretaciones son flojas en cuanto a los niños, aunque la cara de esa jovencita encandilaría a muchos, pero Baron Cohen y, sobre todo, Ben Kingsley sobresalen y gracias a él que la cinta renace en su tramo final para aportar algo de sensibilidad.

Sinceramente, jamás vi una obra, dirigida por expertos, con una escenografía de infarto, tan mal contada. Es una pena que se hable de algo tan bonito y no sintamos nada frente a la pantalla. El movimiento, como bien explica Deleuze (no sin complicación) se aplica entre fotograma y fotograma pero no es tangible, sino que se vuelve un acontecimiento ocurrido en un instante en el que dos planos de realidad se unen. Y el cine puede lograrlo, por eso es arte, por eso quizás sea la mayor exposición de arte que el hombre haya creado. Y en esto tiene mucho que ver George Méliès, que comenzó una etapa artística que dejaría tanta huella como para que tantos y tantos nos asombráramos con una pantalla que se mueve, con un tren que nos atropella, con unos caballos cabalgando o con un apartamento lleno de historietas.

Mejora porque nos cuenta el comienzo del cine y roba imágenes dignas de halago, respeto y amor eterno. Y por ello que la ternura florezca. Pero es una maqueta para navidad, para mentes infantiles y sin respeto por la elaboración de un buen guión. Y luego me dirán que Allen está mayor por escribir, dirigir y protagonizar "A Roma con amor" o "Midnight in Paris" con gusto exquisito y giros asombrosos en esta última. Que miren a su coetáneo Scorsese y vean cómo sí se puede derruir una carrera de maravillas y obras maestras. Sigo sin encontrar al mismo que dirigió "Toro salvaje", "Casino", "Uno de los nuestros" o "Taxi driver".
Javier Moreno
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