Al principio cuesta creer que un personaje como nuestro protagonista exista de verdad, tan mezquino y tan chulo que supera los límites de lo soportable, con exagerados aspavientos y una actitud muy reprochable. Pero claro, tenemos a quien tenemos detrás de la cámara y no era difícil pronosticar que a lomos de su moto iba a preceder un cambio de actitud. Puede que haya elementos que podría haberse ahorrado la película, porque en una road movie tan colosal cabe de todo, y entiendo que una vez planteado según qué cosas luego puede ser complicado prescindir de ello.

Hablo de los hippies, hablo de ese teatro ambulante, pero podría ser cualquier otro episodio como el del burgués en el descapotable que se mete en contra dirección a mil por hora. Un tijeretazo, el que sea, le hubiera ido bien al largometraje. Sin embargo queda la esencia del viaje, un camino de perfeccionamiento interior, una parte del proceso de construcción interior que toda persona realiza, llamémosle toma de conciencia en el caso de Landa, evolución en su ética, lo que sea, pero no cabe duda que el Landa del principio que se quiere ir de cachondeo con su chati durante dos días y medio no es el mismo que regresa al trabajo de Torremolinos después de completar el viaje en soledad.

En todo caso habrá quien sienta atracción por el primer Landa, el callejero, el que se la pela el movimiento sindical y sólo quiere disfrutar de la vida. Sea como sea, se sube a su moto por cabezón y pese a los obstáculos al final todo es mucho mejor.