Para asustarte hay que entrar en el campo de la ingenuidad y degustar con buen temple los golpes bajos de una sucesión de efectos a veces inverosímiles, como es propio del género.

El hecho sumamente tramposo de que toda la historia encuentre su definitiva razón de ser en el final le da categoría de obra mayor: siempre encontrándonos a gusto entre esta desaforada pasión por lo que te será dado: por mucho que te descuelgues como un monstruo tras apariencia de gentilhombre. En fin, juego de palabras también tramposo para no dar pistas.

Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien-tan mal con una de sustos horripilante y ma non troppo. Procuraré ver más de este Alexandre Aja, a ver qué tal.