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Voto de Baxter:
9
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9.645
Comedia
Un restaurante de Broadway es el centro de reunión de un grupo de actores que intercambian viejas anécdotas sobre el mundo del espectáculo. Conforme la conversación avanza, recuerdan a Danny Rose, el representante de algunos de los artistas más desastrosos del gremio, el cual, en una ocasión, llegó a jugarse la vida para relanzar la carrera de un cantante pasado de moda. (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen en perfecto estado de gracia. Si Annie Hall contribuyó a que el público conociera mejor los desmitificadores entresijos de la voluble y enfermiza sociedad norteamericana, sus limitaciones, frivolidad y complejos freudianos, Broadway Danny Rose aborda un cruel compendio de mentiras e infidelidades humanas en el marco de abusos y traiciones en el mundo del espectáculo, un universo que conoce bien el director neoyorquino. No resulta fácil ironizar sobre el patético ocaso de artistas que no han logrado alcanzar el ansiado “paraíso” del éxito durante su periplo entre las bambalinas, ni jugar con las soterradas emociones de un grupo de perdedores sin llegar al facilón melodrama, pero Woody Allen lo consigue sin problema alguno, demostrándonos que el humor, la sátira y la ironía inteligente pueden encontrarse en cualquier situación de la vida cotidiana, incluso en las más terribles y desoladoras si las observamos desde otro punto de vista y confortablemente alejados del nudo de la acción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Allen arranca nuestras sonrisas, risas y carcajadas en momentos que con otro director hubiésemos tenido que suavizar con esfuerzo el nudo en la garganta, e incluso completa su galería de los horrores con personajes que parecen sacados de una obra de Dickens: el xilofonista ciego, el adiestrador de pájaros, la instrumentista de vasos de agua, el obeso cantante “camp” depresivo y alcohólico… Parece que nada es imposible para este prestidigitador de los comportamientos, obsesiones y turbaciones humanas, y sabe mezclar con mesura, con la maestría de siempre, comicidad, reflexiones existenciales, comportamientos humanos al límite del ocaso y diatribas sobre el amor y la soledad del artista ignorado.
Broadway Danny Rose nos regala un Woody Allen quizás no tan ácido como el que nos tiene acostumbrado, menos autobiográfico y más moderado en su pesimismo habitual, aunque continúa manteniendo su impronta de cáustico narrador de sus propias crisis existenciales, aferrándose con maestría filosófica a los recurrentes temas de antaño: la infidelidad, la sexualidad, la precariedad del amor, la obsesión por la muerte, la caridad de los desheredados y el cinismo aburguesado de la sociedad americana de finales del XX. Pero en esta ocasión, Allen se muestra menos histriónico, menos afectado, aunque sutilmente cargado de un feroz sarcasmo y capacidad crítica hacia el mismo show-business que le vio nacer como humorista allá en el Greenwich Village.
Allen camina entre los personajes como un mero intermediario, no sólo para el logro final de sus metas artísticas sino también personales, acompañándoles en sus problemas, aconsejándoles sobre sus drásticas determinaciones, influyendo positivamente en sus decisiones (aún sin ser escuchado), para convertirse sin proponérselo en manager, amigo y consejero espiritual al mismo tiempo, dulcificando su energía e ilimitado poder hilarante en beneficio de un tono algo más paternalista, que consigue disminuir en ocasiones la intensidad de las escenas y los diálogos. Esta moderación queda plenamente justificada en la definición que Woody Allen hace de cada personaje, subrayando sus ignoradas limitaciones, la mediocridad de sus espectáculos, sus complejos y obsesiones pueriles, alentados por una fama que saben efímera. El director esta vez no desea mostrar una cara demasiado alegre o jocosa de la realidad de esos desconocidos artistas de la farándula que luchan día a día por su sustento, sino hacer un retrato amable que sustente su realidad sin patetismo, una sátira inteligente sobre el mundo de los artistas de tercera fila y sus ignotas y duras circunstancias. Sobresaliente.
Broadway Danny Rose nos regala un Woody Allen quizás no tan ácido como el que nos tiene acostumbrado, menos autobiográfico y más moderado en su pesimismo habitual, aunque continúa manteniendo su impronta de cáustico narrador de sus propias crisis existenciales, aferrándose con maestría filosófica a los recurrentes temas de antaño: la infidelidad, la sexualidad, la precariedad del amor, la obsesión por la muerte, la caridad de los desheredados y el cinismo aburguesado de la sociedad americana de finales del XX. Pero en esta ocasión, Allen se muestra menos histriónico, menos afectado, aunque sutilmente cargado de un feroz sarcasmo y capacidad crítica hacia el mismo show-business que le vio nacer como humorista allá en el Greenwich Village.
Allen camina entre los personajes como un mero intermediario, no sólo para el logro final de sus metas artísticas sino también personales, acompañándoles en sus problemas, aconsejándoles sobre sus drásticas determinaciones, influyendo positivamente en sus decisiones (aún sin ser escuchado), para convertirse sin proponérselo en manager, amigo y consejero espiritual al mismo tiempo, dulcificando su energía e ilimitado poder hilarante en beneficio de un tono algo más paternalista, que consigue disminuir en ocasiones la intensidad de las escenas y los diálogos. Esta moderación queda plenamente justificada en la definición que Woody Allen hace de cada personaje, subrayando sus ignoradas limitaciones, la mediocridad de sus espectáculos, sus complejos y obsesiones pueriles, alentados por una fama que saben efímera. El director esta vez no desea mostrar una cara demasiado alegre o jocosa de la realidad de esos desconocidos artistas de la farándula que luchan día a día por su sustento, sino hacer un retrato amable que sustente su realidad sin patetismo, una sátira inteligente sobre el mundo de los artistas de tercera fila y sus ignotas y duras circunstancias. Sobresaliente.