El existencialista director mejicano explota en la que es su estupenda ópera prima y la que le dio a conocer, tanto la condición del alma humana como la sociedad y la realidad de su país.
Es un puzzle con vidas complejas como piezas. Cada personaje y su mundo interactúan, sin darse cuenta, con un mundo mayor, en un entramado de acción y reacción que a duras penas trata de buscarle un sentido a la existencia humana.
Iñárritu logra, durante sus largos 150 minutos , explorar las bondades y miserias de un variopinto grupo de personajes unidos por un azaroso accidente de tráfico.
En esta película descubrí a Gael García Bernal, que luego ha tenido una cierta proyección internacional en el cine.
También me gusta mucho el papel de la española Goya Toledo.
Aparentemente es un drama humano de vidas cruzadas, sin hueco para el humor ni alegrías, pero se puede ver un poco más allá, porque el guion quiere que pensemos sobre el efecto mariposa y la relatividad de nuestras vidas. De esta forma, el conjunto es más que la suma de sus historias.
En resumen, es un drama bastante duro e interesante, aunque no hecho para todo el público. Entre otras cosas, es bastante lenta cual canción de Lana del Rey, y su argumento está desarrollado sin prisas, aunque quizás se podría haber contado lo mismo en menos tiempo.
También me echa un poco para atrás el sonido. No por el acento mejicano en sí, que no es problema, sino por la propia calidad técnica del sonido ambiente, que creo que podría haber estado mejor porque no siempre se escuchan bien los diálogos.
Pero eso no quita que sea una película más que interesante para pensar, al igual que sucede con su posterior obra “21 gramos”, muy similar en su estructura y filosofía, con la diferencia de que “Amores perros” tiene menor presupuesto y actores menos conocidos por el gran público.