Toda carrera tiene un comienzo, y la de este director que ahora trabaja en Hollywood, tuvo su punto de partida con las aventuras de este mariachi.
La falta de medios técnicos es muy obvia. Uno empieza a verla y la primera impresión puede ser muy negativa. Pero merece la pena, y mucho, verla entera.
Al final, la falta de “glamour” (tiene algunos secundarios que son más feos que Rossy de Palma recién levantada), y la “caspa” chicana forman parte de su encanto.
Rodríguez demuestra mucho talento al lograr hacer una película tan divertida con tan pocos recursos. Lo mejor de todo es el montaje, con unos frenéticos cambios de plano que funcionan muy bien, sobre todo en las breves secuencias de acción.
También me gusta mucho su sentido del humor, cuando aparece en escena. Momentos como el del mariachi con el teclado o la ranchera de los huevos, siempre me han provocado carcajadas.
El argumento es lo de menos. El patético protagonista es confundido con un asesino y unos matones quieren acabar con él. A partir de ahí, algún que otro tiroteo y mucha diversión.
No me extraña que Robert Rodríguez diera el salto a Estados Unidos gracias a esta película. Curiosamente, después ha hecho films infinitamente peores que este, contando con un gran presupuesto, como por ejemplo “Machete kills”, o sin ir más lejos la tercera parte de la que nos ocupa.
Le inflo un poco la nota por el mérito que debió suponer llevarla a término. El contraste entre el presupuesto y la calidad de la película es brutal.