La ley del silencio es una de las mejores películas que ha dado el cine a lo largo de su historia. Ganadora de 8 premios de la Academia, quizás lo que más la encumbró fue la referencia que hace su director a una historia propia.

Elia Kazan delató a muchos de sus ex-compañeros del partido comunista en la época de la "caza de brujas" norteamericana. Para justificarse, dirigió una película en la que convertía a los comunistas en mafiosos y retrataba a aquellos monstruos "patriotas" como si fuesen gente humilde y trabajadora que busca solamente hacer su trabajo. Más allá del aspecto moral, el trabajo de Elia Kazan es insuperable, así como el de todo su equipo. La fotografía está cuidadísima y se aprovecha con unos planos que logran reflejar la crudeza de cualquier situación que crea el maravilloso guion de Budd Schulberg. Elia Kazan retrata con extrema dureza una situación que ahora, en plena crisis, nos es desafortunadamente familiar. Lo que el director de origen griego pone ante nosotros es la maldad en estado puro, personificada en un personaje al que poco importa lo que suceda a su alrededor mientras sus bolsillos se sigan llenando. Kazan nos mete en una atmósfera que no nos deja casi respirar debido a la gran atención que presta a que sean los detalles los que den forma a las situaciones.

Marlon Brando está insuperable. El considerado mejor actor de todos los tiempos entra de lleno en un personaje que tiene ciertos toques del que para mí es su mejor trabajo (interpretando a Stanley en Un tranvía llamado deseo, también con Elia Kazan al frente) y lo hace para dejar una interpretación portentosa en la que no es difícil entender cada uno de los pensamientos del personaje. Eva Marie Saint también hace una grandísima labor, abriéndose paso bajo los destellos de Brando. Lee J. Cobb, otro de los gigantes del séptimo arte, está también soberbio. Redondea el bestial reparto principal Karl Malden, un eterno secundario con un talento impresionante.

Resumiendo, que es gerundio: la película es, sin duda, un ataque anticapitalista en toda regla firmado por un director magistral, sí, pero que denunció a quienes defendían los principios que él reafirma en pantalla. En lo puramente cinematográfico, es una de las mejores películas de la historia y cuenta con una de las mejores escenas de la historia, que se desarrolla en el asiento trasero de un coche que es testigo privilegiado de uno de los mejores diálogos vistos jamás en el cine.