Una película sobre atracos con ínfulas de grandeza debido a su ambición por abarcar más terrenos que el pretendido género de ladrones con el que arranca y sobre el que gira toda la cinta. En su camino, se cruzan los géneros de espionaje, dramático, policíaco y hasta el empresario-económico.
Estos frentes que tiene abiertos hasta casi el final lastran su desarrollo, que si bien cuenta una historia interesante (a priori), se enfarraga por querer complicar la cosa sin necesidad provocando que en muchos tramos sea aburrida. Quizás sea gran parte de la culpa del guión, que no tiene el tino de acertar a desarrollar sus frentes de una forma lúdica aceptable. O puede que el director Steven C. Miller (El Último Disparo), muy pródigo en estos 10 últimos años (13 de sus 14 películas han sido rodadas en ese lapso de tiempo), tenga parte de culpa y no haya sabido hacer de la acción algo más entretenido, convirtiendo muchos diálogos en algo rutinario. Hasta se desaprovecha a Dave Bautista (Guardianes de la Galaxia) poniéndolo como un detective poco cercano a la acción. Acción que llega en contadas ocasiones y que sólo son protagonizadas por los atracadores con algún intervalo de su protagonista Christopher Meloni (Happy!), un actor más acostumbrado a ser secundario que protagonista. ¡Ey!, me diréis, aquí sale en el reparto Bruce Willis (La Jungla). Sí que sale, pero es tan desaprovechado y escaso que no merece hablar mucho. Sólo que si se hubieran intercambiado los papeles con Meloni, habría resultado casi igual... Aunque eso hubiera sido lo lógico. Lo sorprendente es que al ser un poco de acción, Willis no empuña ni un arma. Pero eso es cosa del director de casting, a mi no me miren.
Terminando, es una cinta cuya premisa principal promete, pero tantas líneas y tramas la lastran como un arduo camino por el fango. La acción que propone no es tan mala, y saca del aburrimiento de vez en cuando.