Convencional película que apenas aporta nada al género de persecuciones o caza al hombre. En esta ocasión nos hallamos ante una producción humilde que pone en juego a pocos participantes. Así, todo se apuesta a la baza de sus dos actores principales y, a la postre, los únicos reconocidos internacionalmente del cast: el sufrido Jeremy Irvine (War Horse) y el más que curtido Michael Douglas (La Joya del Nilo). El poco curtido director Jean-Baptiste Léonetti se encomienda a las tablas de sus dos antagonistas y deja mucho al azar en cuanto a su dirección.

Así, la película peca de ser previsible a más no poder y el conflicto entre malo y bueno renquea un poco por ser falsamente fortuito. Ni siquiera Douglas cumple su papel tan bien como desearía y se convierte en un villano que por momentos es patético a pesar del poder que atesora. Irvine cumple desde el lado físico en lo que es lo más destacable de la película, mostrando un personaje que sabe sufrir, aunque en los momentos de actuación con diálogos y otro tipo de sentimientos deja un poco que desear. En estos detalles se ve que el director pudo haber hecho más. También chirría, a nivel técnico, un montaje que a veces deja algún que otro fotograma o imagen sueltos (como los ataques de risa malvada intercalados con disparos de Douglas). Mejora a la edición de vídeo una fotografía que por momentos es espectacular, mostrando el esplendor del desierto americano en que se desarrolla la historia.

Por lo demás, es una película sin ninguna ambición que peca de ser muy predecible y convencional, destacando si acaso algún momento de la persecución.