Estreno en invierno de una cinta que tiene más tintes veraniegos, llega, más que un remake, una nueva versión de la película de Reeves que conseguirá, gracias a este despropósito, alcanzar la cima de los clásicos.
Las pelis de acción tienen como fin principal entretener al público. Encadenar escenas de tiroteos o secuencias de deporte extremo, como vemos aquí, por medio de un mcguffin sin importancia. El de la historia que nos ocupa es el intento de redención de un deportista extremo que, sintiéndose culpable de la muerte de un amigo, se apunta al FBI y se infiltra en un grupo sospechoso de diferentes robos.
Por medio de una buena fotografía (lo único salvable del film) vemos las aventuras de esta pandilla alrededor del globo, viendo como ejecutan diferentes acrobacias tanto en mar, tierra o aire, a la vez que nos quieren vender que estos delincuentes tienen un gran compromiso con la madre tierra, diciendo una gran cantidad de paridas filosóficas dignas de un Coelho o Bucay junto con perogrulladas que parecen escritas por el que redacta los discursos a cualquier político español.
Seres humanos con tanto zen en su interior que son capaces tanto de recoger una lata tirada en el campo o hacer una fogata en ese mismo sitio usando dos ramas como de contaminar los mares utilizando motos de agua o yates o construir un casoplón en mitad de los alpes.
En fin, mucha pasta y recursos utilizados en un proyecto fallido y que, para lo que se parece a la película original, no habría usado los mismos nombres y dinero que se hubiera reinvertido en hacer un guión más redondo.