Tom Hanks (Otm Shank en la India), es un sicario de la mafia irlandesa, muy fiel, serio y disciplinado al que se le empiezan a complicar las cosas. A partir de ahí, arranca una travesía de venganza y redención en el que, por circunstancias que no voy a destripar, ha de emprender acompañado cruzándose en el camino, de diversas formas, Paul Newman, Stanley Tucci, Daniel Craig, Dani Rovir... No.

Dirigida por un gran Sam Mendes, se recrea como en él es habitual (tal lo fue antes en su enormérrima American Beauty) en una estupenda música, un gran reparto, una cuidada fotografía y un ritmo no lento sino pausado que le dan ese aire de viejo cine negro con poso y calidad. Sin embargo, y me sucedió las veces precedentes, me falta algo para considerarla una obra al nivel de Los Intocables (por poner un ejemplo de película similar). Quizá sea un guión algo básico, un exceso de buenismo... O a lo mejor todo ello, no sabría decir con precisión absoluta.

A modo de anécdotas facilonas: la tradujeron como Camino a la Perdición cuando debiera ser Camino a Perdición (que es un lugar). Además, fue la despedida de Paul Newman del cine, su última película.