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Voto de Miquel:
8
7,5
5.094
Drama. Romance
Harry Lund, de 19 años, trabaja en un almacén de vidrio y porcelana. Cerca de ahí trabaja Mónica en un almacén de vegetales. Mónica es una chica de 17 años alegre y feliz. Ella empieza una conversación con él al verlo en un café. Después de un tiempo se enamoran. Los dos son hostigados en su empleo por su edad. Mónica abandona su casa después de una discusión con su padre y Harry deja su trabajo después de una discusión con su jefe. Sin ... [+]
23 de marzo de 2009
42 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los primeros trabajos importantes de Ingmar Bergman (1918-2007), escrito y dirigido por él. El guión se basa en la novela “Sommaren med Monika”/”Summer with Monika” (1951), de Per Arnders Folgeström. Se rueda durante el verano de 1952 en la isla de Ornö, del archipiélago de Estocolmo, y en los platós de Svenk Filmindustri (Estocolmo), con un bajo presupuesto. Producido por Allan Ekelund para Svenk Filmindustri, se estrena el 9-II-1953 (Suecia).
La acción dramática tiene lugar entre los últimos días de primavera y las primeras semanas de invierno, en 1952/53, en la isla Ornö y en Estocolmo. La joven Mónica (Andersson), de 17 años, traba conversación en un bar con Harry (Ekberg), de 19 años. Ella trabaja como dependienta en un puesto de venta de verduras y hortalizas de un mercado de barrio. Él trabaja como auxiliar de peón en un almacén de distribución y venta de loza, vajillas y cristalería. Ella es voluble, impulsiva, poco delicada, desagradecida, cínica y encantadora. La mueven deseos irrefrenables de libertad e independencia. Él es un pobre chico, timorato, bondadoso, bonachón e idealista.
El film suma drama y romance. Desarrolla una historia sencilla, realista y conmovedora. Explora la evolución de un apasionado enamoramiento juvenil de dos adolescentes inexpertos, de escasa formación y procedentes de entornos familiares problemáticos. Tras once largometrajes de estudio y aprendizaje, Bergman rueda este film como obra de madurez (la plenitud llegará más adelante) y de transición. Contiene elementos del complejo mundo personal del realizador, que éste irá desvelando y concretando a lo largo de su filmografía.
El rodaje al aire libre, en escenarios reales, exentos de artificiosidad; el tema del amor, en este caso de una pareja joven; sus aspiraciones de libertad; el realismo de la trama; y otros factores, hacen que la cinta sea vista con admiración por la “nouvelle vague” francesa, sobre la que ejerce una influencia que admiten y reconocen expresamente los líderes del movimiento. François Truffaut en “Los cuatrocientos golpes” (1959) dedica una escena de homenaje al film: Antoine Doinel, de niño, roba de la cartelera de un cine una fotografía de Harriet Andersson que reproduce un fotograma de la película.
Cabe decir que los diálogos están resueltos con habilidad y brillantez, los caracteres se presentan construidos con esmero y bien diferenciados, la puesta en escena se beneficia de soluciones inspiradas en la naturalidad y la libertad. La construcción del film acusa algunos síntomas de relajación, posiblemente debidos a la preeminencia que el realizador otorga al festín de amor físico y libertad sobre otras cuestiones.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar entre los últimos días de primavera y las primeras semanas de invierno, en 1952/53, en la isla Ornö y en Estocolmo. La joven Mónica (Andersson), de 17 años, traba conversación en un bar con Harry (Ekberg), de 19 años. Ella trabaja como dependienta en un puesto de venta de verduras y hortalizas de un mercado de barrio. Él trabaja como auxiliar de peón en un almacén de distribución y venta de loza, vajillas y cristalería. Ella es voluble, impulsiva, poco delicada, desagradecida, cínica y encantadora. La mueven deseos irrefrenables de libertad e independencia. Él es un pobre chico, timorato, bondadoso, bonachón e idealista.
El film suma drama y romance. Desarrolla una historia sencilla, realista y conmovedora. Explora la evolución de un apasionado enamoramiento juvenil de dos adolescentes inexpertos, de escasa formación y procedentes de entornos familiares problemáticos. Tras once largometrajes de estudio y aprendizaje, Bergman rueda este film como obra de madurez (la plenitud llegará más adelante) y de transición. Contiene elementos del complejo mundo personal del realizador, que éste irá desvelando y concretando a lo largo de su filmografía.
El rodaje al aire libre, en escenarios reales, exentos de artificiosidad; el tema del amor, en este caso de una pareja joven; sus aspiraciones de libertad; el realismo de la trama; y otros factores, hacen que la cinta sea vista con admiración por la “nouvelle vague” francesa, sobre la que ejerce una influencia que admiten y reconocen expresamente los líderes del movimiento. François Truffaut en “Los cuatrocientos golpes” (1959) dedica una escena de homenaje al film: Antoine Doinel, de niño, roba de la cartelera de un cine una fotografía de Harriet Andersson que reproduce un fotograma de la película.
Cabe decir que los diálogos están resueltos con habilidad y brillantez, los caracteres se presentan construidos con esmero y bien diferenciados, la puesta en escena se beneficia de soluciones inspiradas en la naturalidad y la libertad. La construcción del film acusa algunos síntomas de relajación, posiblemente debidos a la preeminencia que el realizador otorga al festín de amor físico y libertad sobre otras cuestiones.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La trama oculta elementos simbólicos de notable valor expresivo, como la reiterada presencia a lo largo del metraje de Lelle (Harryson), antiguo novio de Mónica, que cumple funciones de tentación e invitación a la trasgresión (la infidelidad de la pareja), a la manera de la serpiente del Edén. Se hace uso de elipsis, que agilizan el relato y le confieren intensidad (moneda en el “jukebox”).
Como referencias relacionadas con las constantes del realizador se puede citar el papel determinante de la mujer, el cuestionamiento de la familia y la pareja, el sentido autobiográfico de algunos pasajes, el uso reiterado de espejos, la importancia del sexo, las citas dedicadas a la religión, el protagonismo de la vida, la pasión y el deseo, la fascinación por los rostros, el recurso a primeros y primerísimos planos, la frontalidad de la cámara, el aire de pesimismo que informa la acción, etc. Singularizan al film la arrebatadora sensualidad de Harriet, la exaltación romántica de la fuga amorosa, la vitalidad y frescura de la historia, etc. Para llevar adelante el rodaje, el realizador se enfrenta a diversas dificultades, como un presupuesto muy limitado, problemas de traslados por mar de la ciudad a la isla y viceversa, etc. Durante el rodaje, Bergman (34 años) inicia un romance apasionado con Harriet (20 años).
El film constituye una celebración gozosa del amor físico y la libertad, un homenaje a la mujer, a la juventud y a la infancia, una profesión de amor a la naturaleza, una demostración de lo fascinante que es el verano sueco, un testimonio de admiración a Harriet, etc. A ella dedica, entre otros extremos, dos bonitos piropos cinematográficos. Mueve la cámara desde su imagen a los reflejos del sol en el mar para indicar que la actriz es una divinidad que brilla con luz propia. Cuando Harriet se baña en un charco de mar junto a la playa, la muestra con ademanes y en posición que la identifican con Venus.
La música, de Erik Nordgren (“El séptimo sello”, 1957), crea una banda sonora alegre y festiva, que combina valses de Johan Strauss (“Sangre vienesa”, “El Danubio azul”), un tango, una balada (“En mi jardín soñado”) y composiciones tradicionales suecas. La interpretación corre a cargo de un dúo de acordeón y violín. La fotografía, de Gunnar Fisher (“El séptimo sello”), en B/N, ofrece composiciones de un espléndido claroscuro, gratas imágenes de postal turística del paisaje y figuras de estilo (encadenado de imágenes, encuadres fijos ...). Por medio de imágenes se revela el complejo estado de ánimo de Mónica, especialmente cuando dirige la mirada al espectador a través del espejo. La estética de la obra es ecléctica: suma realismo, neorrealismo (inicio del film), impresionismo (la isla) y clasicismo.
Como referencias relacionadas con las constantes del realizador se puede citar el papel determinante de la mujer, el cuestionamiento de la familia y la pareja, el sentido autobiográfico de algunos pasajes, el uso reiterado de espejos, la importancia del sexo, las citas dedicadas a la religión, el protagonismo de la vida, la pasión y el deseo, la fascinación por los rostros, el recurso a primeros y primerísimos planos, la frontalidad de la cámara, el aire de pesimismo que informa la acción, etc. Singularizan al film la arrebatadora sensualidad de Harriet, la exaltación romántica de la fuga amorosa, la vitalidad y frescura de la historia, etc. Para llevar adelante el rodaje, el realizador se enfrenta a diversas dificultades, como un presupuesto muy limitado, problemas de traslados por mar de la ciudad a la isla y viceversa, etc. Durante el rodaje, Bergman (34 años) inicia un romance apasionado con Harriet (20 años).
El film constituye una celebración gozosa del amor físico y la libertad, un homenaje a la mujer, a la juventud y a la infancia, una profesión de amor a la naturaleza, una demostración de lo fascinante que es el verano sueco, un testimonio de admiración a Harriet, etc. A ella dedica, entre otros extremos, dos bonitos piropos cinematográficos. Mueve la cámara desde su imagen a los reflejos del sol en el mar para indicar que la actriz es una divinidad que brilla con luz propia. Cuando Harriet se baña en un charco de mar junto a la playa, la muestra con ademanes y en posición que la identifican con Venus.
La música, de Erik Nordgren (“El séptimo sello”, 1957), crea una banda sonora alegre y festiva, que combina valses de Johan Strauss (“Sangre vienesa”, “El Danubio azul”), un tango, una balada (“En mi jardín soñado”) y composiciones tradicionales suecas. La interpretación corre a cargo de un dúo de acordeón y violín. La fotografía, de Gunnar Fisher (“El séptimo sello”), en B/N, ofrece composiciones de un espléndido claroscuro, gratas imágenes de postal turística del paisaje y figuras de estilo (encadenado de imágenes, encuadres fijos ...). Por medio de imágenes se revela el complejo estado de ánimo de Mónica, especialmente cuando dirige la mirada al espectador a través del espejo. La estética de la obra es ecléctica: suma realismo, neorrealismo (inicio del film), impresionismo (la isla) y clasicismo.