Haciendo un poco de síntesis del juicio cinematográfico del público y la crítica actuales, se supone que, hoy en día, una película no es buena por los aspectos de toda la vida, a saber: el guión, la fotografía, la interpretación, etc. Todo eso quedó en el pasado. Hoy, basta con seguir dos líneas, en conjunto o por separado para tener éxito en este mundillo:

1. Hacer algo diferente. Punto. En otras palabras, no importan los cuidados que se hayan invertido en el film; si la propuesta es diferente a todo lo hecho con anterioridad tienes asegurado el aplauso incondicional de un trillón de borregos. Conozco a esos borregos de cerca, lamentablemente no son difíciles de encontrar, por cuanto proliferan en crescendo exponencial, menguando así el gusto estético y el espíritu crítico que tantos siglos ha costado construir al ser humano. Aplauden cualquier basura porque les preocupa mucho el qué dirán y porque es más calentito y seguro el refugio mediocre del aplauso incondicional a todo lo gafapastoso, esté hecho de oro, titanio o caca.

2. Hacer cine denuncia. No merece discusión el hecho de que Gomorra está mal interpretada, tiene un guión inconexo, cutre y sensacionalista, y que sus cualidades técnicas brillan por su ausencia. La película es una puta mierda, pero como trata de lo que trata hay quien la cataloga de obra maestra. Qué huevos.

Cada día le cojo más el gustillo al cine comercial yanki. Al menos no pretenden ir de listos. Tienen un objetivo: entretener y hacer dinero, y dentro de esa pauta no engañan a nadie, son honestos.

En cambio este cine pretencioso, soberbio, cutre y falaz cada día me asquea más.