Cada uno a su manera, con sus intereses, miedos, gustos y fobias, todos cortados por el mismo patrón y aun así tan diferentes, tan únicos en sus complejidades, oscuridades y agujeros; tan imperfectos y sin embargo fascinantes, por exceso o por defecto... de maldad y de virtudes, siempre impredecibles, distribuidas al azar, como piezas de un inmenso puzzle cuya terminación se antoja una odisea, pues ninguna pieza posee un destino prefijado, sino variable. Nada encaja y todo fluye, plácidamente o a borbotones, la vida debe continuar, contigo o sin ti, con tu permiso o sin él, estés de acuerdo con tu suerte o la maldigas, cuanto tienes, cuanto te queda, cuanto posees independientemente del camino que escogiste y al margen de tu nombre es ese algo cuyo peso se estima en 21 gramos, pedacitos de eternidad al alcance de los ojos que sepan dónde buscar. La huella indeleble de lo humano.

<Hoy he vuelto a ver esta película y sigo sin tener claro qué nota se merece. Podría darle un 7, un 8, un 9... ¿por qué no un 5? Un 6 o un 4... tanto da. Y es que no somos 21 personas en el universo sino miles de millones, y ni siquiera cada una de estas individualidades se comporta necesariamente de la misma forma cada vez que afronta un determinado hecho. Ahí está la gracia de ser lo que somos, aunque nunca termine de gustar el definirse, pues pocas son las veces en que uno encuentra las palabras. // En efecto, la vida sigue, y no espera a nadie. Aunque hay momentos, bien es cierto, que justifican el dolor de sentirse a merced de sus antojos; bendita tregua. Sonríe entonces, que nunca sabes cuándo y de qué manera volverás a verte sorprendido, obligado a actuar como lo que eres, imperfecto ser humano. Acumula virtudes mientras tanto>

Cine sobre el existir para subsistir. Cine de altura. Cine que duele, como la vida.
¿No te ves escuálido en esos 21 escasos gramos? Hay días en que yo lo hago.