La patrulla de la montaña se basa, para quien le interese otro tipo de información, en el relato de una partida de voluntarios contra los furtivos que andan exterminando el antílope tibetano. Se extiende durante un periodo de tiempo que se podía calcular como de una temporada y su formato es prácticamente del tipo documental ´denuncia´, sin tocar el mensaje ecológico, de Naturaleza y Vida, sino mostrando un modo de vida muy duro, en la otra punta del mundo.

El relato es árido como el paisaje. Imaginemos que en la Luna aparece un grupo de hombres en un todoterreno. Ese grupo de hombres surge unas veces en coche otras veces a pie, unas veces aparece por la derecha y otras por la izquierda. No existen referencias. Aparecen por arriba otros grupos de hombres que van hacia abajo. Otros que van de abajo arriba, unos armados, otros con lo puesto. Estos encuentros es el motivo de este relato.

Los desplazamientos nos obligan a conocer a unos personajes austeros, selenitas, sin pasado, como mucho un comentario ocasional. Uno es maestro, el otro no sé qué. Es un pasado sin fuerza; y un presente igual, lo cual no significa que la narración no la tenga, sino que es una lucha desproporcionada, excesivamente motivada.

No hay más adornos. Una muchacha, tal vez, y las pieles del antílope tibetano. El antílope tibetano es un animal muy peludo, sedentario a la fuerza y supongo que comerá algo pero allí, en la Luna es difícil que algo o alguien puedan subsistir. Es tanta la aridez del relato que llama poderosamente la atención la aparición de un conejo, hecho inaudito, asombroso que pueda haber conejos en la Luna. Pues debe haberlos.

Añadiré que la correcta dirección del relato es notable y que los minutos finales aumentan de forma considerable el conjunto de éste, dotándole de una gran fuerza y un gran dramatismo pero la marcha de la patrulla ha sido poco fecunda para tanto caminar. Apunto estuve de desconectar y abandonar en más de un momento perdido el interés por el antílope tibetano.