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Voto de Tomás Gato:
9
Comedia El cierre de la fábrica de acero de Yorkshire deja sin trabajo a casi toda la población masculina. Gaz, uno de los obreros afectados, perderá el derecho de ver a su hijo si no consigue dinero para pagar la pensión de manutención familiar a su mujer. En medio de la desesperación, se le ocurre una idea, a primera vista disparatada, y se la plantea a los amigos que están en la misma situación: organizar un espectáculo de strip-tease. (FILMAFFINITY) [+]
29 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se estrenó The Full Monty en 1997 yo era un preadolescente y poco pude entender de una cinta donde sus protagonistas tenían una serie de problemas como el desempleo —y todo lo que lleva aparejado— o los divorcios con hijos de por medio. El tiempo pasa y casi veinticinco años después son problemas que ya no me resultan tan ajenos.

No cabe duda de que fue una película icónica en su día. A partir de su estreno cualquier equipo de regional preferente se sentía habilitado para salir en algún calendario con sus torsos semidesnudos, ante la atónita mirada de sus vecinos, con el loable propósito de recaudar fondos para algún fin filantrópico.

Vista en 2021 creo que, lamentablemente, los temas de fondo de la película preocupan cada vez menos a la sociedad. A pesar de las terribles tasas de desempleo que sufrimos, el foco está puesto en otro tipo de asuntos de naturaleza más global como la emergencia climática o el machismo que sirven para explicar de forma impostada cualquiera de los fenómenos que vivimos a diario. Y lo peor es que son asuntos para los que no exigimos resultados a nuestros dirigentes.

Y aquí tenemos a estos hijos sanos del heteropatriarcado disfrutando de sus privilegios de hombres blancos opresores tras el cierre de la fábrica de acero de Sheffield. En el contexto actual todos tenemos claro que ya no necesitamos fábricas: son sucias, contaminan, hacen ruido y, al final, el acero lo podemos importar de cualquier país que contamine diez veces más. Ojos que no ven…

Entonces a Gaz Schofield (Robert Carlyle), que es un hombre que tiene cierta aversión al trabajo y prefiere buscar el camino fácil, se le ocurre una idea. La idea es un disparate, pero provoca un extraño efecto en todos ellos: arriman el hombro, ayudan al compañero que peor lo está pasando en cada momento y juntos hacen frente a sus miedos y a sus complejos.

Mención especial para Gerald Arthur Cooper (Tom Wilkinson), el antiguo supervisor de la fábrica, que ve como su nivel de vida cae en picado tras el cierre de la fábrica y dispone todos sus medios humanos y materiales para que esa banda de indocumentados sea capaz de mover sus pies con un poco de ritmo.

A fin de cuentas, ¿quién querría verlos bailar?
Tomás Gato
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