Es una película de suspenso, para nada de terror. 3 protagonistas principales en el que uno es un psicópata, lo que provoca una situación angustiosa a los otros dos personajes.
No se pierde mucho tiempo en presentar a los personajes, ni porqué llegan a la situación en la que están, cosa que se agradece, pero la trama final la estira bastante con un final que no llega a ser contundente, es muy tibio.

Eva (Virginia de Morata) y Pablo (Rafa Castillo) dos años después de una desgracia personal, se ven en una situación límite debido a que el hotel donde trabaja Eva va a cerrar los meses de invierno. Decididos a pasar desapercibidos en el hotel durante esos meses sus planes se ven truncados cuando un inquietante vigilante de seguridad Saúl (Hector Medina) les descubre, pero decide no denunciarlo y hacer de ellos un juguete en sus manos. Pero ese matrimonio lleva mucha carga a sus espaldas, han perdido lo que más querían es sus vidas, no serán unas presas fáciles.

Todo hace entre veer que es de esas películas que o bien son fruto de un director en sus inicios, o son de esas películas en las que se quieren probar cosas como actores, o como adentrarse en un género nuevo, y ver qué acogida tiene entre la opinión pública y la crítica.
Un psicópata acosa a una pareja normal, con la que puede empatizar cualquier espectador, y a partir de ahí a generar la tensión necesaria para que la película no se venga abajo, que no lo hace, pero no es de grandes vuelos.