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Voto de Vivoleyendo:
9
Cine negro. Thriller España, a comienzos de los años 80. Dos policías, ideológicamente opuestos, son enviados desde Madrid a un remoto pueblo del sur, situado en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas adolescentes. En una comunidad anclada en el pasado, tendrán que enfrentarse no sólo a un cruel asesino, sino también a sus propios fantasmas. (FILMAFFINITY)
28 de enero de 2015
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he sido la única a la que este magnífico thriller policíaco de ambiente le ha dado un aire a “True detective”, pues tienen cosas en común, aunque no las voy a nombrar. Si os gusta esta película y no conocéis esa serie, no sería extraño que si la veis también os enganche.
“La isla mínima” rescata el género de forma genuina, sólida y convincente. A la vieja usanza. Septiembre de 1980 huele a democracia joven y todavía insegura, porque las democracias nunca habían durado mucho en este país y la gente se adaptaba al hecho de que, al menos en el papel y refrendado por una Constitución, ya tenía permiso para todo lo que antes no lo tenía. Lógico que aún muchos dudaran y que estuvieran aguardando el zarpazo que pronto les quitaría la tímida esperanza, que era lo que siempre había ocurrido cuando parecía que vientos más venturosos empezaban a soplar. Otros que habían nadado como pez en el agua en la dictadura recordaban con nostalgia sus tiempos de gloria y soñaban con el retorno de su adorado franquismo.
Es brillante la elección de estos dos policías que representan cada uno de los dos lados, aunque, como ocurre en la realidad, las líneas a menudo se difuminan.
Pedro, creyente a ultranza en los valores democráticos, lacónico, apenas precisa de unas pocas palabras y una mirada fría para expresar su desprecio hacia todo lo que apeste a rancios coletazos de aquella España de misa y olla, de pueblos enlutados y famélicos, temerosos de las autoridades y los poderosos ante los que no eran nada. Expresando su asco infinito por los sádicos de cualquier índole que aprovechan las circunstancias que les favorecen para dar rienda suelta a sus crueles inclinaciones.
Juan viene del otro bando. No se le aflojan los nudillos al apretar las tuercas a los sospechosos, olvidando o dándole igual el hecho de que en la nueva época eso ya se llama brutalidad policial y puede ser denunciado por cualquiera que reciba ese tipo de trato por parte de un agente de la autoridad. Es difícil dejar atrás los viejos hábitos. Sin embargo, aunque intuyas que ese tío lleva a cuestas más mierda que un campo abonado con estiércol, y que sus manos son imposibles de limpiar, tampoco llegas a odiarlo. Por lo que dije de las líneas que a menudo se difuminan.
Les guste o no, son compañeros y les han asignado un caso que les obligará a unir fuerzas. Su entrada en la Andalucía rural a lomos de un camión, en plena verbena de las que en muchos pueblos agrícolas se celebran en septiembre, anuncia ya una inmersión correosa en los entresijos de una comunidad que no por reducida es menos problemática. La feria, los fuegos artificiales y el aparente ánimo festivo no acaban de encubrir un tufo anómalo, malsano, un halo de ausencias, de callados dramas, de juventud insatisfecha, de mayores resignados a su modesta rutina raras veces amable. Pero además, sobre ese pueblo en concreto se ha abatido un aura de muerte violenta, que es el motivo por el que Pedro y Juan han sido enviados desde Madrid.
No contiene una acción de la de saltar en la silla, pero es más efectiva que toda esa acción ruidosa y vana a la que el cine y las audiencias son tan aficionados. No sale ningún madero con verborrea ni hay unas persecuciones de traca. Así es como te lo imaginas más cercano a como deben de ser de verdad esas cosas.
A medida que avanzan en la investigación y van interviniendo una sucesión de personajes, y se advierte que la democracia es tan joven, que aún se les aprietan las tuercas sin muchos miramientos a los maleantes y cómplices de toda ralea, aumentando la implicación emocional de los agentes al ir conociendo los detalles y desarrollando una honda compasión por las víctimas inocentes que dejan de ser meros números en un archivo, y que hay que meterse hasta la cadera en cenagales y hacer la vista gorda con ciertos delitos menores (caza furtiva) y mayores (tráfico de drogas a mediana escala) a cambio de información valiosa… Ni Pedro ni Juan llegarán al final del recorrido igual que como lo habían empezado.
Y constatamos, por enésima vez, que la corrupción salpica a todas las esferas y que cuando hay lucro y depravación de por medio no hay lugar hasta donde no llegue.
Podréis ver otras excelentes interpretaciones de actores españoles, no en abundancia. Y creo que pocas superarán mucho las de estos dos. Raúl Arévalo, qué grande se ha vuelto. Ya le he estado siguiendo un poco su carrera y en general me agrada. En cuanto a Javier Gutiérrez, cuya filmografía hasta la fecha advierto bastante irregular (y no sigo “Águila Roja” donde he leído que interviene), supongo que este es el rol en el que más ha brillado. Algún día le tenía que tocar, con tanto potencial.
Esto es un THRILLER. Que tomen nota los que se quieran dedicar muy en serio a este género.
Vivoleyendo
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