Decía Fritz Lang que el CinemaScope está bien para las serpientes y los funerales y habría que añadir -ahora en serio- las películas de Nicholas Ray. La composición del plano y el uso del color como elemento expresivo dentro de este formato es absolutamente magistral tanto en esta como en Chicago años 30. Hay aspectos de la película que han envejecido mal, la relación-conflicto entre padres e hijos resulta vista a estas alturas demasiado ingenua y convencional. Pero el film alcanza su mayor altura en algunas escenas como las que transcurren en la casa abandonada, donde estos adolescentes en guerra con el mundo viven su breve momento de felicidad y la magia cinematográfica de Nicholas Ray brilla a gran altura. James Dean está más contenido que en sus otras películas y Sal Mineo encarna a este adolescente tan sensitivo y desamparado ante el mundo de una forma tan convincente como no recuerdo en ninguna otra de sus películas.
Casi obra maestra.