“Vampyr, la bruja vampiro” es una cinta conseguida desde lo técnico gracias a los trucajes de los efectos lumínicos, donde luces y sombras son las verdaderas protagonistas de la historia más que el texto narrativo que queda relegado al segundo plano dada su inconsistencia.

Es un filme logrado desde la imagen y al que hay que valorarle la astucia y la sagacidad de su director para contar a través de trucos y sombras, pero hay que achacarle la falta de solidez y consistencia de un argumento muy limitado y que en determinados pasajes se torna tedioso de lo rebuscado que resulta.

El tenor de la historia pasa por una mezcla de vampirismo, brujería y algo de castigos religiosos para las almas impuras. O sea una amalgama bastante traída de los pelos de la manera en que está retratada desde el guión.

No es efectiva desde su onirismo y resulta cargante en su confuso surrealismo. Sólo se salva y resulta apenas pasable de ver por la estrategia técnica de plasmar en pantalla prodigiosas y creativas utilizaciones de cámaras y de sombras, generando así conseguidos ambientes pero nada de intensidad desde el relato textual en sí.

En sí también se podría valorarle positivamente que Carl Theodor Dreyer propuso una mirada muy particular al mundo del vampirismo, pero a mi juicio sólo queda en buenas intenciones porque el resultado es un híbrido bastante incongruente y soso desde la coherencia.

Sin comulgar cabalmente con aquellos que la catalogaron de fallida, pero tampoco sin caer en el embelesamiento de aquellos que ven una obra maestra, me decanto por afirmar que es una apenas aceptable oferta cinematográfica donde sólo se justifica su visionado para aquellos amantes del lenguaje del cine, ya que aquí se trata de contar una historia y generar zozobra con prodigios técnicos visuales.

En fin, mucha técnica pero endeble perspectiva textual desde lo literario. La decoración será muy original y creativa, pero sólo emperifolla un argumento bastante débil desde su confección.