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Voto de travis braddock:
7
Comedia Película biográfica con toques de comedia sobre el cineasta y artista Guillaume Gallienne. Se centra sobre todo en la estrecha relación que tenía con su madre. Un recorrido por las emociones, los recuerdos y la familia. (FILMAFFINITY)
8 de abril de 2014
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Siempre me han parecido ridículos los que dicen que en tiempos de crisis hay que hacer más comedias porque la gente tiene más necesidad de reírse. Y me parece ridículo porque la comedia forma parte del ser humano desde que el mundo es mundo, más allá de crisis puntuales. Porque el humorismo siempre ha sido esa vía de escape a las miserias de la vida con las que todos nos encontramos y siempre lo será.

De este modo no es raro encontrarse en la historia del cine con grandes éxitos de comedias, siempre mejor recibidas por el público que por la crítica y que por ello suelen estar fuera de las entregas de premios. Sin embargo, a veces hay excepciones y el cine francés premió como mejor película de 2013 en aquel país a una comedia con la que nadie contaba para llevarse los premios máximos y que tras un runrún positivo, poniendo de acuerdo al público y buena parte de la crítica, acabó llevándose el gato al agua. Francia se suele poner como ejemplo de un cine más profundo e intelectual que el que llega de Hollywood y eso es algo cierto en muchos casos, pero tampoco olvidemos la vertiente popular, que también existe por aquellos lares y que provoca que la película francesa más taquillera de la historia sea “Bienvenidos al norte”, una comedia amable sobre diferencias culturales entre las gentes de la parte norte y sur de aquel país. Con ese ánimo de provocar la sonrisa a través del conflicto humano llega “Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!”, una obra con tintes autobiográficos del actor Guillaume Galienne, que cuenta la relación con su madre y los problemas de identidad que tuvo durante años en los que no estuvo seguro de ser un hombre o una mujer atrapada en un cuerpo de hombre.

La autobiografía recoge la censura de un padre preocupado porque su hijo se disfrace de Sissi Emperatriz con un edredón de plumas, la extrañeza de unos hermanos que le ven como a un extraterrestre y el mundo de clubes de ambiente que no deja de considerarle un advenedizo. La historia podría dar lugar a un melodrama de marginación sexual o a una comedia chusca sobre la homosexualidad, pero Galienne opta por un término medio entre ambos extremos para contar la historia de un hombre que desde pequeñito fue tratado como homosexual por su forma de ser y que eso le llevó a creérselo, aunque tampoco se sintiera muy a gusto dentro de esa etiqueta.

La película muestra la andadura de Guillaume desde la adolescencia en un verano que pasó en el pueblo gaditano de La Línea de la Concepción (que define como un feo conjunto de casas de protección oficial frente al Peñón de Gibraltar) aprendiendo a bailar sevillanas y a hacerlo como una mujer, la estancia en un internado inglés junto a un grupo de chavales con las hormonas desatadas, su paso por un balneario alemán y por varias discotecas frecuentadas por homosexuales, todo ello con la presencia constante de su madre. Su madre es una fuente de admiración para él y eso le lleva a imitarla y a ver las cosas desde su punto de vista (algo reflejado con el propio Galienne disfrazado para interpretar a su progenitora), hasta que acabe dándose cuenta con el paso del tiempo que quizá su madre no le conoce tan bien como se presume que las madres conocen a los hijos.

Guillaume Galienne sale más que airoso en su triple faceta como guionista, actor y director y en la que se puede señalar como principal defecto que se acaba echando en falta un poco más de metraje en su tramo final, un poco atropellado en la resolución del conflicto del protagonista. Sin embargo, Galienne sabe mantener el equilibrio entre el drama y el petardeo y nos ofrece una interesante película sobre la búsqueda de una identidad, más allá de lo puramente sexual, de la necesidad que a veces podemos tener de romper con aquello que se espera de nosotros, de ser cómo queremos ser y no como los demás quieren que seamos para poder seguir creciendo a nivel personal.
travis braddock
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