Cuando un genio se da a la tarea de retratar el trabajo de otro genio el resultado tiende a ser una maravilla en sí mismo. La sal de la Tierra es la unión de dos visiones de la vida, el retrato de un hombre que ha dedicado sus mejores años a registrar el rostro de la humanidad en sus dos caras. La de la bondad y la esperanza, y la del odio y la miseria.

No estamos ante un filme encargado de darnos a conocer las fotografías de Sebastião Salgado, su obra puede consultarse en libros, exhibiciones o internet, estamos frente al testimonio del hombre detrás de esas imágenes, quien nos relata sus temores, sus alegrías, sus motivaciones y sus inquietudes, un hombre que nos muestra que es tan vulnerable como las familias que retrató en Ruanda, Bosnia o cualquier área rural de América Latina.

Aunque gran parte de esta cinta se dedica a mostrarnos fotografías en blanco y negro con la voz superpuesta de Salgado y Wenders alcanzamos a percibir movimiento en lo que estamos viendo, sus historias son capaces de remitirnos a todos esos escenarios como si estuviésemos viéndolo todo en acción. Probablemente el nivel más alto que pueda alcanzar un fotógrafo.

La sal de la Tierra es un ensayo sobre la vida y la muerte, sobre las capacidades (constructivas y destructivas) de los hombres, sobre enfrentar cualquier riesgo sin temor al propio miedo que termina por paralizarnos, sobre el precio que tienen los objetivos y la necesidad de llevarlos a cabo.

Voy a recomendar esta película al público en general, este es uno de esos documentales que tienen que ser vistos, le interese o no la obra de Salgado (créame, terminara por fascinarle), dese la oportunidad y véalo, no se va a arrepentir.