Historias mínimas y esenciales; Mandarinas estaría incluida en esta tan necesaria categoría. La película recrea una postal de la guerra de Abjasia (1992-1993), tierra disputada entre Georgia y las fuerzas separatistas de aquel lugar y la Rusia soviética. Transcurre en un pequeño poblado estonio de Abjasia.

Ivo, el anciano poblador que cuidará de dos soldados heridos, es la muestra viva en persona de la ternura. Es ésta la que irá calando las perspectivas de los dos combatientes de bandos contrapuestos acerca de los sinsentidos que separan a las personas, en este caso la guerra. La sabiduría, la lealtad y el compañerismo echan raíces en los personajes principales sin la mínima necesidad de discursos moralistas.

Y las mandarinas aparecen en la historia todo el tiempo como un elemento de unión. Esta película funciona como una línea de fuga del sinsentido de la guerra; retrata lo que se le escapa a la lógica bélica: el reconocimiento del otro, la empatía de saber escuchar y sabernos escuchados.

Una joyita del cine mostrar la belleza, pequeña e infinita, en medio del dolor.