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La mujer de la arena

Drama. Thriller Un entomólogo en busca de insectos en un desierto de arena se ve de repente atrapado conviviendo con una mujer que vive sola en una vieja casa, y con la que establecerá una extraña relación. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
6 de abril de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Artista integral Hiroshi Teshigahara (1927-2001) probablemente con lo que más disfrutaba era con su faceta de temoto (Gran Maestro) de ikabama (arte floral tradicional japonés) siguiendo los pasos de su padre. Su trabajo en este sentido se expuso por todo el mundo. Claro que de alguna manera sacó tiempo para ser uno de los directores de cine más reputados de la nueva ola del cine japonés que transcurrió en paralelo a la del cine francés, consiguiendo con esta película ser el primer director nominado al Oscar, ganar el premio del Jurado en Cannes y la nominación a la mejor película de habla no inglesa.
Tuvo una estrecha colaboración con el autor Kobo Abe y el músico Toru Takemitso. Abe aporta aquí el facinante relato original y guioniza y Takemitso hace un puntaje espléndido y libre sobre la amplia dramaturgia visual que construye el director con la sobresaliente fotografía en blanco y negro de Hiroshi Segawa. Aún tuvo tiempo Teshigahara para dedicar momentos de su vida aparte del cine de ficción al documental, al teatro, a la ópera, a la escultura....

El guión de Kobo Abe nos sumerge y nos atrapa como al protagonista en un lugar tan terrenal como irreal donde se conforma la metáfora de la sociedad que nos oprime, del tiempo y de la vida que fluye y se nos escapa irremisiblemente. El suspense corre paralelo a la reflexión existencial: "vivir para quitar arena o quitar arena para vivir". La angustia vital, la desesperación, la determinación vana de escapar a lo inevitable, la sensualidad, el deseo se mezclan en multiples lecturas donde quizás la mujer se lleve la peor parte como símbolo del conformismo, del egoismo, de cebo en definitiva de una trampa social en la que el director quizás hace crítica del rol de la mujer tradicional japonesa.
Poner nuestro enfásis en encontrar algo que realmente nos apasione y dedicarnos a ello es a la postre el único sálvavidas para mantenernos a flote antes de que esa arena omnipresente, bella, misteriosa e intimidante nos engulla definitivamente.

Particularmente me impresionan las escenas donde los habitantes del poblado constituidos en dioses caprichosos con sus máscaras juegan a su antojo con los mortales con aires de representación teatral u operística mitológica y ancestral. Estoy de acuerdo cuando la Strictly Film School definió la película como: "una alegoría sobria e inquietante sobre la existencia humana". Alegoría a la que me permito añadir el adjetivo de bella.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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25 de julio de 2018
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Empiezo con una pregunta, porque la mayoría de películas japonesas tienen más dos horas de duración? ....Lo que más me cautivó de esta es el sonido del viento, la atmósfera nocturna y dos cuerpos que yacen en la arena, cautivos del desierto y de una sociedad que los usa, prácticamente como esclavos, el macho de la película está preso en el foso rodeado de arena, por perder el bus y la hembra apresada por una sociedad que no tiene escrúpulos, la arena es la principal protagonista de esta película,que tiene mucho de sensualidad y erotismo, desde las mismas dunas formando órganos sexuales, y los cuerpos tomados en un primer plano realmente bello, en donde se notan los granos de arena y hasta los poros de la pareja, ....una película onírica y claustrofobica, ...me gustó mucho.
Monoalberto
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26 de noviembre de 2020
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La premisa es tan simple como poco creíble: el protagonista se detiene a descansar un rato en la casa de una desconocida, y no puede regresar porque se resbala en la arena. Esto no resta calidad en absoluto a la película, al contrario: desde una premisa tan simple que puede resultar una alegoría para un sinfín de situaciones, y con un apartado técnico impecable, se desarrolla una película que, pese a lo que pueda parecer por su descripción, no resulta aburrida en ningún momento. La interacción entre los pocos personajes que hay es brillante, la manera en que sus posturas evolucionan también.
Ibai_93
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9 de junio de 2021
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Jumei (Eiji Okada), el profesor protagonista de La mujer de la arena (Sunna no ona, 1964), de Hiroshi Teshigahara, para la que Kobe Abe adapta su propia novela, reconoce que se ha dedicado al estudio de los insectos porque necesitaba un incentivo en su vida, o sentir que su vida tenía un propósito. De algún modo, él se convertirá en un insecto cuando se vea confinado, cautivo, en un foso entre dunas con una mujer, encontrándose en la tesitura de esforzarse en evitar que se queden sumidos bajo la arena, del mismo modo que él escarbaba en la arena para encontrar insectos a los que recluía en frascos, y secaba con el alfiler. Todo es cuestión de perspectiva y ángulo. La narración comienza con un primerísimo plano de una forma que no identificamos, hasta que amplia, por dos veces, la imagen, para así percibir que se trataba de un grano de arena. En la última imagen es una concreción indefinible en otra apariencia, una duna de arena, en la que resulta imposible discernir cada grano, la individualidad que lo compone resulta imperceptible en el conjunto. En las primeras secuencias la voz de Jumei reflexiona sobre el hecho de que al ser humano no le gusta sentir que pierde pie, necesita sentir la estabilidad en su forma de habitar la realidad, de desplazarse en el curso de la vida, por eso se clava voluntariamente en los alfileres de las rutinas, costumbres, o una vida programada que le sirva de ilusión de red estable. Jumei se siente un grano de arena más, un insecto al que han secado y clavado con un alfiler, una vida varada. Nos encontramos en el territorio de la alegoría, en el de la vida establecida o determinada como acción taxidérmica. Pero Teshigahara rehuye la explicitud de su entramado simbólico, como la de la lógica causal, sumergiendo al espectador en una cautivadora atmósfera fantástica, tan perturbadora como táctil.

El extrañamiento ya se asienta desde las secuencias iniciales, fuera de un ámbito ordinario, con Jumei, una figura solitaria, ascendiendo por una duna, buscando insectos por la playa, quedándose dormido en un bote varado. Dentro del encuadre, o como imagen superpuesta sobre las dunas, aparece una figura o rostro de mujer, de la que él no parece percatarse. La emanación de una insatisfacción, de un sentimiento de cautiverio que no ha afrontado (sino que niega con una ilusión de control, como buscador y clasificador de insectos). Cuando despierta, se da cuenta de que ha perdido el último autobús hacia la ciudad, pero un lugareño, de inquietante conducta (como si algo ocultara), le indica que puede pasar la noche en el poblado, aunque es más bien en un foso, al que tiene que bajar con poleas, y en donde pronto tomará consciencia de que no es una estancia de paso por una noche sino una reclusión indefinida. En principio se muestra remiso a aceptar esa anómala circunstancia, pero resulta imposible ascender por la ladera arenosa, por lo que tendrá que aceptar que tienen que trabajar para que esa arena no les entierre (la arena se filtra por todos los resquicios de la casa). Como si fuera un microscopio que estudia un insecto, hay secuencias en que la cámara explora los cuerpos mediante primerísimos planos, como si hiciera sentir los poros. Como un reloj de arena, el tempo hace sentir sus pulsaciones, su exasperación o dilatación; se intercalan planos de la arena deslizándose; se hace palpable la naturaleza hasta con el sonido, el del viento o el de la arena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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2 de diciembre de 2022
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Pues la metáfora de la vida, tal como es presentada, va en esa dirección. Pero como toda hipótesis existencial, parece indemostrable.

La película da para pensar, si te quieres rebozar en su arena. Los símiles con las condiciones del ser humano en la tierra son muchos, tanto de la mujer como del hombre. El planteamiento es meritorio ya solo por eso.

La soledad del hombre. La devoción de la mujer. La búsqueda de la libertad. La obsesión del deseo. La finitud de la vida. La esclavitud. El ser desorientado en la vida. El olvido de nuestra razón de ser. Nuestra naturaleza biológica. La crueldad de la naturaleza. La potencia del deseo sexual. El mundo mental y el mundo emocional. El mundo artificioso de las urbes. El egoísmo humano, sus metas ridículas.

Muchos temas y brillantemente sugeridos. La duración del metraje, en ésta y en otras películas de este estilo, se me hace excesiva, aunque es una cuestión particular pues tengo claro que en el presente caso no sobra ni falta un solo fotograma.

Hay enfoques certeros sobre las cuestiones arriba señaladas, pero mi percepción final es que la premisa general de toda la cinta destila un pesimismo existencial con el que no me alineo, pues de lo contrario habría que deducir que la visión de la historia narrada procede del mismísimo Dios.

Por cierto... ¿No han sacado de aquí la banda sonora de "El planeta de los simios"?. Tiene toda la pinta.

Un 7,5. Tiene muchos méritos, pero ser capaz de paladearlos es otra cosa.
Tombol
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