L'Atalante

El cine de Vigo influenciado por el “Cine Ojo” de Dziga Vertov y el surrealismo se le añade la particular sensibilidad del autor, han pasado a la historia …....Homenajes a L´Atalante en películas como “El Ultimo Tango en París” es un ejemplo de ello .
¿Existe la Libertad ?, ¿El Amor?. Para Vigo una cosa va unida a la otra, no las entiende separadas …“Cuando dos personas que se quieren, chocan, no se mezclan, se rompen. “Como diría Andre Bretón parece la máxima de L´Atalante .
Anarquismo y Poesía, Surrealismo, esos son los ingredientes de Jean Vigo, que la disfruten.

Junio de 2023.
Después de diez años de la crítica la tengo que revisar mi anterior opinión.
Esta película fue maltratada en su época y el tiempo lo ha puesto en su lugar, eso si para un público reducido.
Hablo de sensibilidad especial del autor, y la vuelca en la película: Hay momentos de especial lirismo de gran sensibilidad: L´Atalante no es una historia de Amor; es el Amor de Vigo.
Su idea del Amor la expresa en la película, esa secuencia donde la boda no aparece, esa unión formal que Vigo no da importancia porque lo importante es el universo que Vigo crea en LÁtalante. Para Vigo esa unión formal que le damos los demás tanta importancia, (a una boda, aun matrimonio, a una unión) para Vigo no importa.
A Vigo no le da forma el Amor, L´Atalante no es un Amor estereotipado, igual por ello fue tan maltratada de un público en busca de la historia de Amor de siempre; Vigo da forma a su Amor.
La secuencia de la mujer vestida de novia yendo en contra de la dirección de la barcaza es muy bella: son de esos momentos liricos de Vigo.
Pero es un mensaje a ella: esto queremos dejar atrás.
Cuando el marido sufre por la ausencia de ella no va a buscarla a la ciudad, va al mar.
No tiene sentido, es irracional salvo que comprendas la particular sensibilidad de Vigo; la busca donde está su Amor, su ideal, en el mar y la última toma del L´Atalante es la barcaza navegando en el mar.
Hay dos mundos que no se comprenden, ella frívola o mejor dicho ansiosa de novedades y de ver mundo; le encanta el camarote del marino, los juegos malabares del truhan.
EL gran Paris, esa ciudad donde hay todo, que impresiona a una chica de pueblo, donde ella ve la realidad de la ciudad, la triste realidad de la ciudad desengañada de las grandes ilusiones que puede crear una ciudad.
Ese universo del marido que se escapa, que al final añora, esa búsqueda del marino a ella a la ciudad.
Como si fueran dos universos incompatibles, el mundo del marido y el de Paris, el marino es el que los une porque el marido es incapaz de hacerlo porque cuando la busca va al mar donde está su ideal de Amor.
Es una película sensible que no sensiblera, es una película especial: cuando la vi me pareció muy especial. No es para todos los públicos, no claro que no.
Pero después de diez años y de verla de nuevo, no me ha bajado nada la apreciación de la película:
Es especial, libre, sin ataduras: las únicas lo que ellas sienten el uno por el otro El Amor de Vigo, como lo entendía y como lo sentía.
Gracias por leer.

Una de las mejores películas de toda la historia de la cinematografía. De trazo decantado ( sin barroquismos preciosistas ), consuma una dinámica de planos integrada y cohesiva; se articula con naturalidad y sin perder en ningún momento el volumen de revelación por la sorpresa plástica sobria. Una lección óptica ingeniosa, lírica. La trama es harto simple, una excusa para el desarrollo visual, para la festividad del discurso de la luz. La música es popular, inmortal, precisa.

Perfecta

Rafael Teicher

Jean Vigo. Una película. Tres mediometrajes. Una muerte prematura debido a la tuberculosis (con 29 años) truncó una carrera de director de cine del que se avistaba que era un genio. Vigo fue un renovador, un vanguardista y arriesgado realizador que apostó por una estética poética, sencilla a la par que compleja y adelantada a su tiempo, con una puesta en escena nueva, creativa y rica. Cuenta la historia de una pareja de recién casados que emprende el viaje de novios a bordo del barco "L´Atalante" propiedad del tío Jules (Simon).Una sencilla historia de amor que, sin embargo, encierra una gran cantidad de detalles y magníficos matices. Poética, hermosa y divertida está magistralmente interpretada. Por todos los elementos que la rodean es una película única, muy especial, el testamento prematuro de un genio. Obra maestra.

Jean (Jean Dasté) y Juliette (Dita Parlo) son una pareja de recién casados que deciden de luna de miel viajar en el barco del cual Jean es capitán, junto con un par de marineros que le ayudan en las labores a bordo.

Emprenden el viaje por el río Sena, la aventura y emoción inicial comienza a desgastarse en la chica, quien únicamente expresa su deseo de conocer la capital francesa, frente a lo que su esposo tenía pensado, navegar sin más, las aventuras comenzarán a suceder en particular entorno al par de asistentes que le dan la parte cómica al film.

Todo el idilio inicial llega al punto de perderse, la historia de amor se convierte en una desgracia según lo que va construyendo Vigo, quien es coautor del guion junto a Albert Riéra, ambos basándose en un argumento de Jean Guinée.

Cuarto y último film de Jean Vigo quien falleciera pocos meses después de su estreno, el realizador parisino vuelve a mostrar una gran capacidad detrás de cámara, una obra que sufrió el cercenamiento de algunos minutos por parte de la productora, existiendo en la actualidad una visión lo más cercana posible a la que el realizador quería.

El film inicia con una excelsa coreografía que inicia desde la salida del aposento religioso y que culmina con una secuencia de gran poderío visual con Juliette caminando sobre el barco con el río de fondo. A destacar también las escenas nocturnas llenas de neblina y la utilización de la luz en ellas en ellas gran trabajo de fotografía de parte de Louis Berger y Boris Kaufman.

Siendo el segundo, director de cinematografía en las cuatro obras de Vigo, en L’Atalante se logra en las escenas en el barco ángulos complicados, al tratarse de espacios cerrados, frente a otras que bordean lo surreal como cuando el protagonista se lanza al agua observando la imagen de su amada, otra escena monumental es aquella donde los protagonistas “duermen” en camas separadas.

Un film que se mantiene bastante vigente de acuerdo al fondo argumental que tiene alrededor del amor y todo lo que este implica.

Con tratarse de una de las más exiguas de la historia —dos cortos, un mediometraje y un solo largo, esta “L´Atalante”—, la filmografía de Jean Vigo se cuenta, asimismo, entre las más influyentes. Su impronta en el naturalismo casi “amateur” de la “nouvelle vague” no deja lugar a dudas: hay planos de Truffaut que diríanse calcados de Vigo.
Hijo de un anarquista español sospechosamente “suicidado” en la cárcel, Jean Vigo constituye un ejemplo palmario de “outsider” genial. Ajeno a las servidumbres de la industria —por ende, también a sus parabienes presupuestarios—, da a luz una obra originalísima, fiel reflejo de la libérrima personalidad de quien, no en vano, ha sido llamado el “Rimbaud del cine”. Si en “A propósito de Niza” (“À propos de Nice”, 1930) ofrecía un retrato muy alejado de la tópica postal turística y en “Cero en conducta” (“Zéro de conduite”, 1933) dedicaba una mirada corrosiva al ineficiente y corrupto sistema educativo de su tiempo —“Taris, rey del agua” (“Taris, roi de l´eau”, 1931) fue un trabajo eminentemente alimenticio, a mayor gloria del nadador Jean Taris—, “L´Atalante” no se queda atrás en cuanto a voluntad iconoclasta, erigiéndose en inolvidable anatema antirromántico.
Como humanizador del vanguardismo, Vigo incorpora al relato de la difícil convivencia de dos recién casados una inaudita modernidad formal, cierto que en ocasiones consecuencia de las circunstancias —algunos ángulos, audaces hasta la temeridad, se deben a la escasa maniobrabilidad de los camarotes, peor aún habida cuenta de los armatostes con que se filmaba entonces—, pero prueba incontestable de su maestría en muchas otras. Estoy pensando en los planos subacuáticos, ya experimentados en “Taris, rey del agua”.
Mención especial merece el insólito Michel Simon. Repasando su biografía, igualmente extravagante, no cuesta entender lo cómodo que se lo percibe en el personaje de viejo lobo de mar —aquí, para su amargura, trasvasado a agua dulce—, borrachín, putañero y desvergonzado. Incluso su relación con esa manada de gatos que conforme avanza la película parece crecer y crecer se antoja sacada de su periplo vital. Este gran cínico, carcajeante y ácrata cual superhombre nietzscheano, encarna con dolorosa exactitud los valores de un director que la muerte se llevó demasiado pronto, sin haber cumplido siquiera los treinta, privándonos de comprobar hasta dónde podría haber llegado. Me atrevo a aventurar que muy lejos.