Carancho

En los años treinta, el poeta argentino Leonidas Barletta, vinculado al movimiento literario de Boedo, tituló a su primer libro "Canciones Agrias", seguramente en contraposición a la superabundancia de almíbar empalagoso y sobre todo irreal que circulaba en una sociedad pauperizada y crítica, desgarrada por profundos cambios socioculturales y desaguisados políticos. Con una sensibilidad social parecida, Trapero gusta en nuestros días (no tan distantes en lo que a tragedia concierne), contar historias agrias pero profundamente sentimentales, donde se involucran los sentidos y los sentimientos de una forma visceral.
Mezcla de denuncia, asfixia, instinto de sobrevivencia y ganas de avistar otro destino negado, nos llega su última película que propone una historia de amor en el marco de un mundo sórdido, atravesado por la corrupción y el trabajo desgastante y mal remunerado, donde se golpean puertas que solamente se cierran, en un círculo que ahoga.
Aunque "Carancho" se sufre como un mazazo en los huesos, una vez embarcados no podemos parar hasta terminar de verla. Al tomar distancia de las sensaciones experimentadas es posible apreciar su profunda sinceridad, que supone un aporte desde el cine como ficción a la lucidez de la conciencia. Pero eso solamente no sería suficiente sin la forma elegida por Trapero para contarla. Porque allí nada
queda fuera de la previsión: desde el ritmo de planos difíciles y sonidos discordantes hasta el sólido trabajo actoral de la pareja protagónica, cada parte funciona para el todo y es esa totalidad de la película la que nos convence y nos conmueve.

254/05(08/10/10) Fallida cinta argentina, un muy irregular thriller que versa sobre el subgénero de unos perdedores en una espiral suicida. Intenta ser una crítica social y se queda en un revoltijo de tópicos mal explicados y mal resueltos viniéndonos a decir que todos son y somos unos corruptos, y el que no es un drogadicto. La historia discurre por situaciones poco creíbles, con personajes que resultan parodias de matones, con un romance pillado con pinzas, un Darín que hace lo que puede, que para él es mucho, pero con unos secundarios lastres, encabezando este triste registro está Martina Gusman, con un trabajo ultrahistriónico, se pasa toda la cinta entre llantos, gritos y drogas. El guión navega entre lo pueril y lo absurdo, y lo peor es que posee buenas ideas pero mal desarrolladas. El ritmo narrativo es lento y pesado, cayendo por momentos en el tedio, con tramos que se alargan demasiado en una redundancia que fatiga, ello coronado con un final que discurre entre lo previsible y lo risible. Fuerza y honor!!!

Tan cierto es que de las situaciones más dramáticas siempre hay gente dispuesta a hacer negocio como que el cine argentino ya lleva años atravesando un momento muy dulce. Ambos aspectos se pueden constatar en "Carancho", la nueva película de Pablo Trapero, director que personalmente ya me sorprendió con aquella "El bonaerense" y que ahora confirma un talento innato para el retrato de la dura realidad cotidiana. Pero que nadie se engañe, estamos ante una película de "cine negro", a la argentina sí, sin el glamour que desprende el género cuando llega de Hollywood pero no por ello con menos respeto a las pautas del género y sí con más autenticidad. Aquí también tenemos personajes metidos en negocios turbulentos, mafiosos e incluso una femme fatale, interpretados con ajustada precisión. A Ricardo Darín ya lo conocemos y sabemos que es probablemente el mejor actor que ha dado el cine argentino en los últimos años, por lo que a nadie debe sorprender que vuelva a ofrecer una interpretación al más alto nivel pero "Carancho" permite descubrir a Martina Gusman, una actriz a tener muy en cuenta que hace absolutamente creíble su papel a la vez que compone un personaje ambiguo y delicioso. Luján y Sosa son dos perdedores camino del abismo. Dos almas perdidas que encuentran el uno en el otro el único camino para salir adelante. Trapero los retrata sin darles concesiones, poniendo en evidencia todas sus contradicciones, sin caer en la tentación de darles una imagen demasiado positiva que los acerque al público más de lo deseado. Solo cierta confusión narrativa puede empañar la brillantez de un film tan duro como espectacularmente acertado en sus escenas más dramáticas, aquellas que se desarrollan a pie de ambulancia o entre las paredes de los hospitales.

Lo mejor: Martina Gusman y el realismo de sus escenas más duras.

Lo peor: algunos aspectos del guión algo confusos.

Como en una banda de Moebius, a través de los cambios de orientación, se muestra la imposibilidad de salirse del camino ya marcado y eso convierte a la película en un bucle continuo y tedioso.

Hospital, amor, choques de coches, despacho, puñetazos, hospital, amor, choques, despacho, puñétazos y así ad infinitum.

Ni siquiera Darín está fino en esa ocasión.

En esa película hablamos de un cinéma vérité de corta y pega que pretende ser denuncia social pero que se queda en efectista y aburrido.

Alejadisima de "Veredicto Final" de Lumet, 1982 por evidentes razones, incluso de guión, sin embargo no hay ni un gramo de la angustia del personaje de Newman. Sólo un Darín fuera de juego y una Martina en exceso gritona.

Vaya, que no.

Al comenzar a verla, me sentí enganchada como la protagonista a las agujas pero pierde intensidad y se despunta en incoherencia en su contenido. El filme reducido a la mitad y siendo menos explícito ganaría en empatía, ¿cómo puede ser que un mismo recurso de guión se utilice cada diez minutos? Pinchen y vean ...