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El impostor

El impostor
2012 Reino Unido
Documental
7,1
7.578
Documental En junio de 1994, Nicholas Barclay, un niño tejano de 13 años, desapareció sin dejar rastro. Tres años después, se reciben noticias sorprendentes sobre el caso: el chico ha sido hallado en España y afirma que ha sido torturado por sus secuestradores. Tras la inicial alegría de la familia al recuperarlo, se plantea un problema inexplicable: ¿cómo es posible que el hijo rubio de los Barclay sea ahora moreno?
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
9 de mayo de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el documental vemos las entrevistas actuales de las diferentes personas implicadas, las cuales van enlazadas con un montaje extraordinario de las situaciones tal como las van contando en este caso con actores y no con imágenes de archivo ( salvo los momentos en donde salen las noticias del telediario de la época correspondiente ). Me gustan más los documentales cuando realmente se graba tal cual están sucediendo las cosas en el presente, sin influir nada y olvidándose de las entrevistas, esta es una de las excepciones donde las entrevistas no entorpecen seguramente debido a ese perfecto montaje de imágenes y que en todos los casos los entrevistados se basan en contar sin tapujos ni recovecos lo que sucedió en ese momento.
La conclusión que sacas es que hay muchas lagunas jurídicas y policiales para permitir que se considere que una persona realmente es otra persona desaparecida, pero sobre todo como puede aceptar la familia sin ninguna duda que ese joven es Nicholas.
El otro acierto que hace de esta filmación una obra maestra del documental es que según se plantean dudas sobre ciertas cosas minutos después vemos como alguien las clarifica.
La única duda posible no es sobre cosas que sucedieron en su momento, porque la única duda todavía está planteada y cada espectador podrá tomar partido por una respuesta u otra.
La fotografía es muy buena, destacando un momento en donde vemos acercarse la cámara hasta una cabina mientras está lloviendo y eso viene montado con la entrevista del presente.
Recomendable a todo el mundo, ya que va a ver un documental de calidad que te mantiene en tensión y que va a producir un amplio debate posterior a su visionado. Pero creo que no va a tener buena acogida porque no es amable ni sencillo como ocurre con otro buen documental pero para mí inferior Searching for sugar man, que sí cuenta una historia amable y eso gusta más a la gente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
WILLY74
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5 de febrero de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así de complicada resulta la historia de este documental que no es un documental si es que entendemos que un documental es la filmación in-situ de un evento. Es a eso a lo que se le llama propiamente documental.
Este film, no lo es ya que esos eventos están en realidad filmados por actores que juegan los roles de los actores reales de la situación filmada.
Hay que decir, que es un caso rarísimo que ya había leído en los diarios en el momento en que se empezaron a descubrir los hechos planteados en el film. Y hay que decir que es el mismo protagonista que en su megalomanía infatuada cree que puede todo lo que quiera lleva a su descubrimiento. La maldad y desprecio con que ese personaje trata al resto del mundo es realmente admirable.
La realización del film como un documental es muy buena.
Aliciux
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13 de mayo de 2013
19 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bart Layton abre su película con imágenes conceptuales de estética deslumbrante y una cuidada selección de impactantes declaraciones. Una contundente banda sonora marca el tempo del relato con la clara intención de inquietarnos. En las entrevistas los personajes reciben el mismo trato que las imágenes conceptuales: la estética está por encima del contenido. Todo lo que vemos y oímos parece diseñado para llegar a nuestra sangre por la vía rápida. En pocas palabras, la desvergonzada grandilocuencia de El impostor es palpable desde el primer fotograma. No existe ningún tipo de acercamiento hacia los personajes. Las entrevistas carecen de sinceridad. Layton parece decidido a defender su posicionamiento a cualquier precio; y con este objetivo descarta toda declaración que pueda contradecir su tesis y opta por mostrar únicamente aquellas cuatro palabras de significado ambiguo fácilmente manipulable mediante la magia del montaje. Y por si fuera poco, su posicionamiento parece más interesado en explotar la morbosidad de los hechos que en encontrar su verdadera explicación.

Para legitimar el relato que se propone construir, Layton se sirve de uno de los recursos más manidos de la historia del documental: tomar prestados determinados recursos de la ficción. Una decisión del todo válida, si no fuera porque el director sustituye toda sinceridad de las entrevistas por la reproducción ficticia de cada situación narrada, como si el hecho de visionar los acontecimientos los convirtiera en irrefutables. Entendámonos, no quiero decir que recurrir al lenguaje de las imágenes esté prohibido, sino que sustituir la mirada sincera de un entrevistado por la reconstrucción visual de su relato me parece poco menos que hacer trampa. No es ningún secreto que la entrevista constituye un recurso narrativo muy poco cinematográfico, a pesar de lo cuál a menudo resulta imprescindible. En estas ocasiones, la única arma válida para combatir el conflicto es lograr la máxima sinceridad por parte del entrevistado. En el caso de El impostor, las entrevistas no sinceras mezcladas con imágenes puramente estéticas y carentes de contenido logran la unión de los peores aspectos de la ficción y el documental.

Pero lo más indignante del caso es que Layton no se conforma con la artificiosa exposición de unos hechos, sino que convierte su grandilocuente discurso en una grave acusación. Una acusación que, si bien cuenta con determinadas pruebas aun en vía de investigación, es planteada mediante recursos narrativos sensacionalistas y rechazando cualquier tipo de investigación que desentrañe la verdad. Antes teníamos la reconstrucción visual de los hechos en sustitución de la mirada sincera del entrevistado. Ahora tenemos primeros planos iluminados de forma descaradamente sombría acompañados por una hortera música misteriosa en lugar de la exposición de algún tipo de indicio que respalde la teoría del director (quien, por cierto, nunca realiza verbalmente sus acusaciones, no fuera a proporcionar a los acusados la oportunidad de defenderse). Puede entenderse que el director no consiguiera pruebas definitivas que respaldasen su teoría, hasta es posible que un final ambiguo sea la mejor opción para esta historia inconclusa. Lo que sin duda no es aceptable es la presentación de un ataque tan descarado como éste para luego terminar el film pretendiéndose neutral.

Así es cómo El impostor acaba siendo una película que desperdicia todo el jugo de su historia para convertirse en un vulgar panfleto sensacionalista. En resumen, una película cuyo único sustento acaba siendo el potencial del hecho, una muestra de cómo los recursos narrativos pueden eliminar todo el interés de un acontecimiento descaradamente interesante. Y por encima de todo, una lección de cómo desvirtuar una historia escalofriante que en realidad no necesitaba ningún artificio.

http://cinemaspotting.net/2013/05/13/el-impostor/
Martí
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17 de julio de 2015
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es que nadie han pensado lo mismo que yo?? La mejor frase de la película ha sido: "me llevé una gran sorpresa que hubiese coca-cola en España", ¿¿pero donde creen que vivimos?? No hay argumento alguno para poder explicar el documental, y no me refiero a la suplantación de identidad, sino a que sea tan sencillo que un niño encontrado en España, lo dejen de repente solo en una habitación de una comisaria, y se ponga a llamar por telefono a medio EEUU, y que no ponga en practica ningun protocolo ante este tipo de casos, como tomar huellas dactilares, pruebas de ADN, interrogatorios por el pequeño detalle de encontrar y juzgar a los supuestos secuentradores, violadores y torturadores. Tengo unas ganas incesantes de poder hablar con las personas que le han puesto de un 7 para arriba a este documental, por interes científico más que nada. La idea es buena, pero se cae por impresionantes fallos, incoherencias y falta de documentación.
victor
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14 de mayo de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante propuesta la que nos brinda Bart Layton en su primer largometraje, este extraño documental en ocasiones falso, en ocasiones verdadero, pero en cualquier caso, poliédrico y fascinante.
Durante la mayoría del metraje he tenido la impresión de que lo que se me estaba contando era poco veraz, cuando no tramposo hasta el extremo. Ya en los primeros minutos dos cintas me han venido a la mente: la perturbadora “Capturing the Friedmans” (film al que sin duda Bart Layton ha dedicado más de un visionado) y la más reciente y alegre (en comparación, entendedme) “Searching for Sugar Man”. Bien, lo mismo que me molestó de esta última me ha perjudicado en esta, y es lo siguiente: la excesiva reiteración de los temas y situaciones, y un abuso de testimonios que cuentan algo que ya se ha explicado con antelación sin añadir nada al respecto, intentando hacer la bola de nieve más grande de lo que realmente es o puede aspirar a ser.
Eso es lo que he pensado sentado en mi butaca, ya a mitad de camino, con el director llevándome de la mano como si yo mismo fuera un niño de once años a punto de desvanecerse de no ser por su inestimable ayuda. Pero resulta que la fácil metáfora de la bola de nieve es clave para entender la película y la concepción de la misma como documental, ya que durante el último tercio de metraje la bola no solo no inicia su presumible deshielo sino que, tras una serie de insinuaciones nada veladas, adquiere una magnitud prácticamente inasumible que rápidamente devora a todo lo que se le pone por delante, espectador y película, sin distinción de clase. Tras ese momento revelatorio ya nada sigue igual, y aunque el film continua diez o quince minutos más, tienes la certeza de que lo mejor (y lo peor) ya ha pasado; has visto el guante del director, pero aun y así no has podido evitar el golpe que te ha noqueado. Para los dubitativos como yo, solo decir que en ese clímax la realidad supera a completamente a la ficción y empuja al espectador a una difícil encrucijada, pues a ambos lados se vislumbra un precipicio desnudo y yermo. La porción de verdad destapada es potentisima y engulle al propio Frédéric Bourdin, protagonista indiscutible del relato hasta ese momento, para dar un giro propio del mejor (y más retorcido) Simenon. Descubierta esa vía, ya es indiferente para que lado tire el director, pues ha hecho lo más importante: llevarnos hasta allí. La decisión es nuestra. Gracias, Bart.
Rubacava7
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