Campeón

Un ex-campeón de boxeo refugiado en el juego y la bebida con un hijo que necesita, a pesar de todo, admirar a su padre que es lo único que le queda, ambos abandonados por una esposa y madre que necesita realizarse en la vida y que mejor que con un millonario (nada nuevo).

La película tiene minutos algo flojos que hacen temer que será otra más del montón, pero no; tiene una segunda parte espléndida, pero claro; es un MELODRAMA y aquí nos topamos con las críticas ácidas de los de siempre que no soportan que una película les arranque una lágrima sin su consentimiento ¿será porque pone en evidencia que no son tan duros como creían? ¿será porque les recuerda situaciones de sus vidas en las que les ha tocado llorar por motivos graves o nimios?
Si este subgénero de film no gusta, mejor no verla y en paz.
La vida es cruda para muchos y esta película refleja un caso particular muy creíble, bien realizado y con un actor infantil de 10.

Parte de las películas de la época llevan al espectador acendrado a recordar al Tom Wilkinson de Shakespeare enamorado, pidiendo perros en las obras a representar en el Curtain o en la Rosa; y, así, fue en los setenta que proliferaron como hongos y a nivel mundial, como si alguien las estuviera demandando, las historias con niño: El corcel negro, La guerra de papá, El exorcista, Kramer contra Kramer o... CAMPEÓN.
Venía Jon Voight de conseguir el óscar por El regreso y, muy posiblemente, pensó, en algún momento, que repetiría laureles a las órdenes de Zeffirelli. A su lado, al lado de Jon Voight, Faye Dunaway, sin pistolas pero con yate; Rick Schroder, el niño ineludible, propietario de Es una dama; y Jack Warden, ex hombre sin piedad, que ya se había puesto el chándal junto a Warren Beatty en El cielo puede esperar.
Se ha apolillado más CAMPEÓN que, por ejemplo, Kramer contra Kramer. Acaso porque la de Robert Benton afronta un drama más de todos los días o porque cuidó hasta el extremo los detalles. O, a lo peor, porque Zeffirelli, que dejó para los restos su monumental Jesús de Nazareth, no tuvo tanta suerte cuando quiso que los niños se acercaran a él.

Franco Zeffirelli quizá inspirado por la época, por el libro o llevado, simplemente, por su talento, concibió, creó y nos regaló en 1979 una película inolvidable. Otra de boxeo, dirá la gente. Pero se equivocan todos: es de las mejores. Y el deporte es lo de menos.

Trío protagonista de auténtico lujo. Faye Dunaway, guapa y sofisticada, hecha toda una madre de espíritu decidido; Ricky Schroder, pues espléndido, ya se le ve que con sólo esa carita que tiene se nos roba el corazón; y finalmente, para mi el más brillante, Jon Voight, grandioso y conmovedor. Su escena en las cuadras mojado con la lluvia y la toalla al cuello es indescriptible; la expresión de sus ojos, su lenguaje corporal, su mirada, todo te convulsiona.

Algunos la acusan de melodrama, y puede ser. Sin embargo, la historia está perfectamente dosificada y asentada, sin abusar de recursos evidentes, facilones y repetitivos para provocar el llanto, como es el uso de la música o incluso el propio niño y la ternura que desprende. Zeffirelli describe elegantemente el puro sentimiento, y yo me rindo ante la proeza que supone semejante sensibilidad sin tapujos, creíble, intensa y hermosa.

Así, «Campeón» se construye melancólicamente, llena de amor que no se puede explicar con palabras, bofetadas que duelen más a la mano que al rostro, lágrimas sinceras, densas; amarguras, frustraciones, diálogos desde las entrañas, símbolos religiosos que imprimen espiritualidad, caricias maternales y contenidas, o fotografías que se llevan siempre como equipaje. Si esto es ser un mal director, que todos sean igual de malos.

Billy Flynn dice en un momento dado que su hijo T.J. es un niño entre un millón, cosa completamente cierta. Entonces, hubiera querido responderle: tú, Billy, el que al final siempre gana, el padre idolatrado y que idolatra; tú, el campeón del ring y del mundo, sí que eres uno entre un millón.

Incomprensiblemente infravalorada. En realidad, inmensa.

Interesante film comn un angelito de pelo dorado que anima a su padre con aquello de, ¡Vamos Campeón!. Todo ello a lágrima viva este pequeñajo hará saltar más de una lágrima en una película donde el boxeo esta algo parodiado si lo miramos desde otro ángulo de vista. Rick Schroeder, el enternecedor niño, tres décadas después continúa muy activo como actor, pues ha trabajado por ejemplo en la popular serie televisiva 24. Schroder también es director, y actualmente prepara Hellhounds, una producción televisiva que se emitirá el año próximo en Sci Fi Channel.

Puede que sea un melodrama, pero de lejos el mejor en su género y la mejor de sus versiones, incluyendo la primera de los años treinta. Como pieza de análisis cinematográfico tal vez no pase muchas pruebas, pero lo que si cumple a cabalidad y creo que ese es el fin del cine, es electrizar al espectador y sumergirlo en un drama “a borbotones sentimental” y la undécima maravilla del cine drama-familiar. Es una que hay que ver; ojala si ya eres papá.