Beach Rats

Cuando este tipo de película intenta analizar ese paso del descubrimiento y aceptación (personal o social) de la sexualidad, muchas veces se queda en el camino de la simplicidad, de los clichés o de la ambigüedad sibilina. Pero aquí la figura de Harris Dickinson juega un papel fundamental: el del alejamiento de lo esperado. Cada caso es un mundo interior y unas circunstancias exteriores, pero el guion es capaz de desmarañar todo el convulso mundo interior del personaje, con sus elocuencias y disparates, y sobre todo con sus silencios y gestualidades, para atravesarnos de forma clara y concisa rasgando el velo de la confusión y abriéndonos a la luz sin miramientos. Explicación que acompaña de secuencias simples, sin aspavientos teóricos de la filigrana fílmica. Al final los sentimientos se guardan en el personaje y se exponen directamente, con sus claroscuros y sus confusiones. Un trabajo impecable de diálogos y interpretación.

Beach rats es una película valiente, de eso no hay duda. Arriesgada, también. Y quizás uno de los retratos más certeros que nos ha brindado el cine reciente sobre la confusión adolescente al descubrir que quizás la sexualidad es otra distinta de la heteronorma.
Sin embargo, por meritorio que sea el trabajo de Eliza Hittman o por impresionante que esté Harris Dickinson, un valor de futuro con muchísimo talento y una potente presencia en cámara, eso no quiere decir que Beach rats sea una gran película. De hecho, no lo es en absoluto. Y no lo es porque el ritmo es demasiado irregular y porque, pese a que ponga el foco en la confusión sexual de Frankie, al final todo termina siendo una especie de Trainspotting gay en Nueva York, pero sin el estilo y la mala baba del clásico de Danny Boyle protagonizado por Ewan McGregor y su pandilla de yonquis y delincuentes escoceses. Al final, la historia de Frankie es un poco como la de Renton: una de adolescencia y delincuencia, de hundirse en un pozo cada vez más sórdido de corrupción y delitos, aderezada por su búsqueda de la definición sexual.
En definitiva, una película aceptable, con algunos buenos elementos, pero que impresiona poco y recuerda demasiado a cosas que ya hemos visto antes.

Lo mejor: Harris Dickinson, soberbio.
Lo peor: El ritmo languidece a ratos y no impacta como debería.

Es una película lenta con escenas que no llevan a ningua parte y que solo rellenan la película de forma inecesaria, lo que hace que se convierta en pesada.

El tema es bueno y necesario pero cae en tópicos y no acaba de profundizar con el tema y con los problemas de salir del armario.

En una crítica (JNSP) tildaban a esta película como "La respuesta barriobajera a la pija ‘Call me by your name’ ", lo que me parecía tremendamente refrescante. También llamó mi atención el premio a Mejor Director que recibió en Sundance.
Después de verla, me ha quedado la decepción: lenta, un poco absurda y automutilada. La película arranca con un concepto potente, pero no logra desarrollarse. Harris Dickinson es un protagonista verosímil, pero no puede hacer mucho en una trama que no va hacia ningún lado, pese a sus intenciones.

La película tiene un aire independiente y oscuro, como la época que vive el protagonista. Una pesadumbre gira en torno a las calles de esta ciudad donde los jóvenes sin futuro se dedican a cometer pequeños crímenes para satisfacer su adicción a todo tipo de drogas.