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El desencanto

Documental Leopoldo Panero, poeta, murió en Astorga, donde había nacido, en el año 1962. Catorce años más tarde, las personas que más íntimamente estuvieron ligadas a él, Felicidad Blanc, su viuda, y sus tres hijos, recuerdan aquel caluroso día de agosto. El recuerdo queda sometido a algo más que aquella fecha. Surgen otras vivencias. Y a través de la palabra y del recorrido por habitaciones, objetos, calles y lugares perdidos, se desvela la ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
8 de febrero de 2009
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún me dura la impresión.

Uno de los retratos de la delgada línea que existe entre la locura y la genialidad más deslumbrantes que he visto nunca.

La familia Panero es la protagonista. El documental hinca el bisturí en las reacciones ante la muerte del poeta Leopoldo. Y, plagado de humor negro, de conmovedores delirios y de una crudeza desoladora, su mujer y sus tres hijos abren sus entrañas, Michi incluido, el homenajeado por Nacho Vegas.

Cada segundo de esta monstruosa obra maestra es aprovechable, pero la llegada de Leopoldo María, el hijo más visiblemente encolerizado, es de las irrupciones en pantalla más desgarradoras que he visto nunca, y el que destapa la caja de los truenos familiar, con encendidas acusaciones a su madre y atronadora gelidez hacia el fallecimiento de su progenitor.

Y sus frases, dinamitando la pantalla como obuses.

"El fracaso es la más resplandeciente de las victorias".

"La sociedad no se rige por el intercambio mercantil, sino por el intercambio de humillaciones".

"En la infancia se vive, pero en el resto de la vida se sobrevive".


El mejor documental que he visto en mi vida, probablemente.
Barfly
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12 de agosto de 2011
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tomen una dictadura bien hermosa de, al menos, 40 años de duración, extraigan su vate, su voz pública, su empobrecido lirismo. Aíslen éste en un ámbito rural donde pueda construir un microcosmos personal a imagen de su fuente de inspiración.

Superpongan en capas el autoritarismo represor, una formación culta y el sentimiento de culpa por extracción social, no se preocupen por el maridaje o por las posibles incompatibilidades, deben recordar el efecto final a conseguir.

Sazonen el conjunto con opiáceos, conflictos edípicos, bourbon y exhibicionismo moral en grandes cantidades.

Sirvan bien frío, como la venganza, como el hastío.
Talamasca
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28 de julio de 2005
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y con el paso del tiempo creo que será considerada más "de culto" todavía.
Las reflexiones de la familia Panero y la admirable lucidez de algunas de sus mentes sitúa este "proyecto cinematográfico" en la caja de las joyas del cine español.
Clara recomendación para aquellos que quieran disfrutar escuchando planteamientos y razonamientos que tienen su base entre una inteligencia extraordinaria y el abismo de la locura...
Yo no me imaginaba que en España(1976) se habían hecho "cosas" como ésta.
reypescador
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20 de febrero de 2011
54 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso documental en el que una familia de individuos mentalmente perturbados, psíquicamente inmaduros, aquejados —entre otras muchas cosas— de un infantil afán exhibicionista y un narcisismo paranoide, se dedican a lanzarse recíprocamente unos a otros cuanta mierda —que no es poca— acumulan en su interior.

Supongo que uno de los rasgos más característicos de la vida contemporánea es la disolución de lo privado en beneficio de lo público, proceso que, con internet, está alcanzando límites impensados hace tan sólo un puñado de años. La esfera de la privacidad está sencillamente desapareciendo: todo puede —e incluso debe, a riesgo, si no, de parecer sospechoso— mostrarse ahora en público. Lo que hasta hace poco quedaba resguardado en la interioridad de la vida personal o familiar se pregona ya a los cuatro vientos. Los acontecimientos singulares de la vida de cada cual, que, por un elemental sentido del pudor y sencillamente por falta de interés para los demás, se mantenían en el silencio, se airean como acontecimientos públicos en el mórbido espectáculo en que se ha convertido la vida socializada.

En ausencia de arquetipos universales, de modelos y tipos de conducta —en definitiva, de virtudes—, rechazados en estos caóticos tiempos como algo arcaico y reaccionario, su vacío lo ocupan los actos particulares, singulares, liberados de toda exigencia por la tan cacareada espontaneidad (promovida al rango de valor per se, como si uno no pudiera asesinar espontáneamente a su vecino), justificados por su mera existencia y convertidos en supuesta materia de comunicación.

En definitiva, en lugar de que cada uno se trabaje en silencio sus propias limitaciones y se enfrente en santa soledad con sus demonios, se opta por lanzar al espacio público toda la basura que cada cual almacena en su interior, en una especie de festín de podredumbre al que cada comensal contribuye con sus particulares alimentos putrefactos, vómitos, excrementos, secreciones corporales y otros productos de desecho. Alguien ha dicho, con razón, que vivimos en una sociedad que esteriliza la vajilla y alimenta el espíritu con basuras. El sano y legítimo recato se confunde con la hipocresía, la sinceridad con la desfachatez, y la autenticidad con la rendición sin condiciones a la gravedad de las fuerzas psíquicas más oscuras. Y curiosamente, todo esto fue promocionado en su momento —allá por los años sesenta y setenta, cuando empezó a fraguarse el actual estilo de vida— como algo liberador y “progresista”. Y en concordancia con tan monstruosa confusión mental, “El desencanto” sería ensalzada en su aparición como película sincera, valiente, auténtica, etc., y, lo que es más grave, a juzgar por los comentarios en Filmaffinity, lo sigue siendo hoy.

Con la perspectiva de los años transcurridos, podemos juzgar la verdadera dimensión de sus méritos: haber abierto el camino a los “reality shows” que pocos años más tarde serán el alimento fundamental de la telebasura.
Ludovico
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6 de agosto de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amén de su carácter político y crítico (convertido en un fenómeno social) la cinta (convertida también en película de culto) ofrece un original aliciente: dar voz real a un argumento propio de la ficción, la familia. Los protagonistas hablan de forma retórica, pero sus sentimientos son sinceros. Aun así, piensan más que actúan, y esa intelectualidad impostada de la viuda (Felicidad) y el hijo mayor (Juan Luis) contribuye a preservar el mito de la estirpe.

En contraposición a ellos está la visión rupturista de los hijos menores (Michi y Leopoldo María). Pero sus opiniones tampoco coinciden. Leopoldo María evoca la infancia como el único período satisfactorio junto a su familia. Michi, en cambio, asume que esa etapa está tan mitificada como el resto del relato familiar, y encarna el auténtico desencanto. En el fondo, tanto uno como otro muestran un conflicto universal: el conflicto generacional.
Isidoro Feria
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