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El héroe sacrílego

Drama En el Japón feudal del siglo XII, los Taira y los Fujiwara son clanes que luchan por la supremacía. Mientras tanto, en el palacio imperial hay dos cortes: la del emperador en funciones y la de su predecesor. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
7 de junio de 2010
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por vez primera en su dilatada carrera, Mizoguchi representa a la mujer como la causa de toda corrupción. La dama de Gion (Ichijirô Oya) es una madre incapaz de sentir amor, que busca con sus actos una forma de recompensa. Kiyomori Taira (Raizô Ichikawa) será el encargado de luchar contra las opresiones que condenan al pueblo a una vida de miseria revelándose contra los poderes del Estado (religiosos y políticos). De hecho, el incidente que provoca la rebelión de Kiyomori no es otro que verse desvinculado de cualquier grupo (poderes de la época) al entrar en un estado de identidad incierta (1). La familia y el grupo siguen siendo la base de la sociedad japonesa.

Como en su anterior película, los colores que usa por segunda y última vez, son de suma importancia. En esta ocasión, no llega a recrear una acuarela china como en “La emperatriz Yang Kwei-Fei”, sino que su uso es más funcional. Con los colores retrata las diferentes clases sociales del Japón. Incluso en sus aplaudidos planos generales, las castas quedan bien diferenciadas y la acción puede continuar con esa ausencia de primeros planos tan característicos del director.

El director nipón procura no remarcar como idóneo los actos que acomete el personaje a pesar de observar un paralelismo con el Japón de la época. De hecho, Mizoguchi siempre dio importancia al contexto social en sus guiones. El director siempre estuvo en el bando de los oprimidos, y sus trabajos abordaban problemáticas sociales que afectaban al Japón que le tocó vivir (aunque como en este caso, la historia se remonte a la época feudal). Tras el período de ocupación, la democracia llegó a ser considerada por los japoneses como la única solución para la nación, y el gobierno aún mantenía una política de censura y privaciones.

Los flash-backs, las elipsis de las batallas, los plano-secuencias y la perfecta puesta en escena, crean al final películas atemporales, auténticos documentos de la vida japonesa donde explorar la identidad nacional japonesa a través de la identidad histórico-real. El retrato de la sociedad japonesa que ofrece Shin Heike Monogatari esta, directamente relacionado con Japón en la década de 1950. La decisión de Kiyomori de permanecer fiel a su herencia samurai, se convierte en emblemático, para un país tratando de conservar su esencia y sentido de sí mismo en medio de imposiciones del exterior (EUA) y, al igual que Kiyomori, tratando de averiguar exactamente a quien debe su lealtad. Y el camino elegido por su madre representa además del camino superficial de la ganancia material inmediata, la pérdida espiritual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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11 de mayo de 2013
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de Mizoguchi que nos traslada al Japón feudal, que en cierta forma recuerda mucho a Kurosawa, o a la inversa sí lo miramos por el tiempo, y es que este gran director nos acerca una historia de intrigas políticas y palaciegas, donde los personajes se explayan a gusto, con escenas perfectas, con recreaciones geniales y que se disfruta de principio a fin. Recurre a su tema preferido, la prostitución, cortesana en este caso, aunque no es el centro de la historia, aparece como parte importante de la trama.

Poco que objetar, lo único, la falta de ambición de Mizoguchi, algo que carece Kurosawa, porque dispone de muchos de los elementos para hacer una obra grandiosa, monumental, pero se queda en una buena película por su duración y por su final, apropiado pero alejado de lo que piden los cánones de la memoria.

Es una película que debe visualizarse, por lo menos para ver buen cine, y como con buenos guiones se pueden hacer buenas películas, sin tanta acción y explosiones.
Ranxomare
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21 de mayo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor que le puede pasar a cualquiera que llegue aquí es obviar todo lo anterior que se haya visto de Mizoguchi, lo digo porque "El héroe sacrílego" es una de sus últimas películas y lo normal es haber visto dramas más populares relacionados con la mujer, la prostitución, amores que duelen y matan y sobre todo, en fotografía en B/N. En lo personal, por lo que he visto hasta hoy, no me he encontrado con nada parecido en su filmografía. Los críticos profesionales hablarán con mayores argumentos, pero lo que yo me he encontrado en este largometraje es a un Mizoguchi extraordinario. Quien esté acostumbrado al cine clásico japonés no debería perderse esta película.

Todo lo que se haya visto antes sobre el honor del samurái, el Japón feudal y la administración del territorio, los cortesanos que pululan alrededor del poder y esa maravillosa estética, está aquí, con la grandeza que es Mizoguchi el que cuida cada plano, cada secuencia y además nos lo ofrece todo en color. Aquí el héroe se enfrenta con su arco y cuatro colegas muertos de hambre como él (es verídico, no es una mala manera de decir las cosas, pasan hambre de verdad) a todo un regimiento de monjes enfadados.

Ese chaval que desconoce su pasado supone el foco de atención máximo y su grandeza se debe a que nos topamos de golpe con tres grandes ejes de la historia feudal japonesa, que son los que convergen en un momento de duda clave: ¿lleva sangre de samurái, de un clérigo asalta camas o la del mismísimo emperador? La historia aquí queda. Para mí se trata de una de las mejores muestras del cine de este gran director japonés.
Luisito
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31 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los abanicos son las espadas de los cortesanos, cuya prevaricación continuada solo puede subsistir mientras lo haga el miedo que los monjes infunden en las almas. La historia íntima de los personajes, concretos y contradictorios, es también como una especie de alegoría de la historia del país. Es una película llena de secretos, de perspectivas complejas y ventanas que se abren en último término, y que rehúye toda evidencia, toda demostración. Su belleza es así también un poco secreta, y su virtuosismo menos demostrativo que el de películas anteriores de Mizoguchi.
el pastor de la polvorosa
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