Permanent Green Light

Ya desde el mismo título, con esa "luz verde permanente", se alude no solamente a la libertad de movimientos, también a la falta de amenazas, tangibles o materiales. Los personajes de esta obra son seres sin grandes problemas en el horizonte que se mueven dentro de un escenario llano, surtido de libertad e incluso comodidad. Mas... hacia dónde conduce esa libertad? Según Cooper, al nihilismo, el tedio y la apatía. En diferentes escenas no sólo presenciamos a jóvenes bloqueados y apáticos, incapaces de expresarse o empatizar, tampoco sus padres parecen muy habilitados para rehabilitar las flaquezas que aquejan a las generaciones más jóvenes.

Todo lo anterior me parece muy de los años 90, ecos de ese nihilismo que deriva hacia impulsos auto destructivos, conceptos propios de unas letras de Nirvana y que también encontré en "Cacheo", la única novela de Cooper que he leído hasta el momento, sólo que ahí el campo a explorar es el sexo. En ambos casos la exploración apática de sus narradores conduce hasta el extremo y sin demasiados gestos complacientes hacia el receptor de la ficción. Quizá sea ése el principal problema de la película. Si bien es coherente su tono anodino, pues luego se combina muy bien con la actitud de los personajes y las asépticas urbanizaciones donde éstos habitan, a la larga termina agotando. El estilo visual académico, la mínima sonorización de los planos, la narración narcotizada, a la larga resultan un bocado sin sabor alguno y ahogan el potencial de reflexiones más o menos interesantes. En un mundo donde la posibilidad de estar vivo no aporta ningun otro estímulo, ¿estar vivo o muerto en verdad no resultan opciones equivalentes? No puedo decir que la película llegue a ninguna conclusión interesante, trascendente o emocionante porque la inercia narrativa sumerge al espectador en el tedio. Estoy seguro que algunas de las elecciones formales son conscientes, pero en muchas otras diría que la falta de pericia de los directores en terrenos cinematográficos también limita sus posibilidades de conectar con su contenido.

En el fondo, no es que Cooper sea mal narrador, sencillamente es que sus aptitudes funcionan mejor sobre una página, cuando su material se traslada al cine lo único que ofrece son fotos de gente hablando, personajes con preocupaciones extravagantes antes que alejadas de las corrientes principales y un teatro tedioso que se olvida tan pronto se termina de ver y a uno se le queda la misma cara de palo que sus actores. Sería absolutamente injusto decir que no hay dignos esfuerzos en la dirección de actores o que se habla de un tema del que parece ignorarlo todo, pero seguro que, de preguntarlo, el porcentaje de sus lectores que le recomendarían permanecer en la novela no sería bajo.

En fin. Puedes verla o no, pero si no la ves estarás en las mismas. Incluso el observar como los aviones cruzan el cielo resulta un ejercicio más emocionante.

Optando por un tono mortecino en la narración, acorde con la apática y depresiva personalidad de sus personajes, y con un toque pretendidamente poético, el escritor norteamericano Dennis Cooper, acompañado en labores de dirección por el artista visual Zac Farley, filma esta propuesta en la que un grupo de jóvenes que no ven sentido a sus vidas se plantean el suicidio.

Una obra que, admitiendo que por su particularidad tiene perfecta cabida en un festival como el Atlántida Film Fest, no consigue convencerme pese a tener, de manera muy puntual, alguna reflexión interesante sobre el nihilismo y la apatía juveniles.