Rialto

Lo importante de Rialto es la caracterización de los personajes, el principal por descontado pero no el único. La descripción psicológica y el acierto al encontrar apariencias físicas que los acompañan, son notables. La honestidad es tan brutal que no necesita artificios. Muy poco común en el séptimo arte.

Asistir a una debacle como la del personaje principal de Rialto no es algo que experimentemos cada día. La premisa de Rialto es que Colm, un hombre casado de mediana edad, se mete en una espiral descendiente que no parece tener final tras la muerte de su padre. Y os preguntaréis, ¿y qué tiene esto de temática LGTB? Pues resulta que Colm se enamora de un chapero de 19 años con tendencias abusivas. Un cóctel de angustia mental y mentiras que cercarán a Colm hasta casi asfixiarle.

El desarrollo de Rialto no se centra tanto en el tránsito de Colm hacia la verdad de su vida, como en un trayecto a sobrevivir a su propia realidad y a todas las mentiras que se ha contado a sí mismo y a los demás a lo largo de toda una vida. Es una pena que con una premisa argumental que podría haber dado mucho más de sí, Rialto se quede un poco a medio camino. Lastra su recorrido el personaje del chapero, demasiado arquetípico y con el que cuesta conectar como espectador. A veces es difícil juzgar una película así porque es posible que el director quiera que nos sintamos tan frustrados como el protagonista. Lo que sí es cierto, es que incluso para construir esa frustración, la película se podría haber servido de elementos menos variados pero más trabajados. Aún con todo, una película interesante gracias a la magnífica interpretación de Tom Vaughan-Lawlor.

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