The Plague of the Zombies

Agradable, elegante y cuidada producción Hammer, una cosa muy de su tiempo que se acerca al tema zombie tirando de la tradición: Haití y el vudú. No es Yo anduve con un zombie ni se le acerca, pero resulta simpática dentro de su profesionalidad y su falta de pretensiones. Gilling filma vestido de etiqueta y encuadra con primor, aunque en las escenas de acción la credibilidad flojee más de lo debido (peleas de andar por casa, personajes que se salvan por los pelos, etc.). El malo, John Carson, actúa según intereses puramente comerciales, lo cual tiene su gracia y sirve para esbozar, como el White Zombie de Halperin, una tontorrona metáfora sobre la alienación laboral y el trabajo en cadena.

Aparte de Halperin y Tourneur, Gilling también busca entre las páginas del Drácula de Stoker para buscar inspiración: los personajes de Alice y Sylvia remiten, según lo que les acontece y el orden en que les acontece, a la Mina Harker y su amiga vampirizada de la obra del irlandés. Dado que la originalidad no es uno de sus fuertes, conviene centrarse en otros aspectos mucho más cuidados: la ambientación, por ejemplo, tan convincente y ajustada como es propio en la productora, y el diseño de los zombies, canosas y mortecinas presencias que dan muy mala espina. Esto, más un buen ritmo narrativo y un tramo final bastante inspirado, convierten a La plaga de los zombies en una de las más recomendables cintas de terror que legó la Hammer en la década de los 60, amén de confirmarse como una de las mejores obras del habitualmente mediocre John Gilling.

Lo mejor: la estampa de los zombies saliendo de sus tumbas.
Lo peor: una historia muy vista (aunque con pequeñas variaciones).

En películas hechas así es posible dejar de lado las afinidades personales por un género y sencillamente disfrutar de un cine que se hizo antes, cine bien hecho, de una manera muy particular, con el sello de la producción Hammer y además, algo importante a menudo, comprimida en menos de 90 minutos. No es una historia muy original, lo que se lee en la sinopsis es tal cual, incluso el mismo título ya desvela todo lo que hay que saber de inicio. Hablamos de zombies, de personas que muertas siguen haciendo de las suyas, en este caso todo mezclado con elementos vudú y magia negra, con los malos malísimos por un lado y los buenos por otro, bien definidos, no hay medias tintas y desde el principio se va al grano.

Yo he podido dejarme llevar, el terror y esas cosas no son para mí, las películas que tienen que ver con monstruos, sangre, muerte y miedo, todo lo que puede quedar englobado en el género de terror no es para mí, y sin embargo, por lo mucho que había oído hablar de la Hammer he querido darle una oportunidad. Cierto tufillo a rancio sí que hace, algo que he visto claramente sobre todo a la hora de filmar las escenas de acción, pero el encanto que tuvo este tipo de películas está aquí. El color único de los sesenta, el clásico argumento basado en presentación, nudo y desenlace, los decorados de los espacios interiores, el vestuario... Se trata de una película que la puede disfrutar cualquiera y para quienes guste de el tema concreto de los zombies sencillamente quedará sorprendido porque está muy por encima de la media.

Este film, anterior a “La noche de los muertos vivientes” (1968), es una de las mejores películas de zombis pre-gore que ha habido desde la cinta de Romero. En este film, se sigue el mismo esquema de las películas de zombis de aquella época, el cacique del pueblo resucita a los muertos para ponerles a trabajar en la mina y así ser más rico y poderoso en el pueblo. Así eran el 99 % de las películas de zombis, o al menos el 99 % de las películas que he visto de zombis anteriores al film de Romero. Es una producción de la Hammer, cuyas películas son de las mejores películas de terror que ha habido, junto a las películas de la Universal de los años 30 y 40, al menos para mí. El color y los paisajes, junto a la película en sí, es lo mejor. En fin, una pena que hoy en día la Hammer no exista.

Una cinta que tiene algunas pocas debilidades:
# Hay pequeños baches en el guión, donde no se explican bien ciertas situaciones del conflicto argumental. En realidad, luego de acabar de ver la película nos quedan algunas preguntas sin respuestas que satisfagan.
# El final es bastante precipitado.

En cambio, como fortalezas que justifican ampliamente el visionado de este filme se pueden enumerar:
# La magnífica puesta en escena, donde el director conjuga muy bien cada uno de los elementos que componen los planos. Siempre visionamos un filme armónico en su composición audiovisual, donde personajes, decorados y música ambiental se funden en forma afinada conformando una cinta atractiva y lograda desde su realización.
# El siempre sugestivo uso de cámaras, buscando en todo momento el ángulo más sugerente para mostrar cada plano.
# El maquillaje es otro de los puntos altos del filme. Si bien se nota que es una cinta serie B, hay algunos trabajos decorativos que verdaderamente impactan dado el aire espectral que poseen algunos personajes.
# La ambientación es maravillosa, donde el pueblo misterioso y sus alrededores en los cuales se desarrolla la historia son uno de los principales atractivos visuales para visionar este filme. Se logra gracias a ellos una atmósfera densa e inquietante durante todo el metraje.
# La tétrica banda sonora que suena de fondo, la cual colabora a crispar más los nervios del espectador y a dotar al filme de tensión y sensación de peligro amenazante.
# La trama, la cual siempre nos mantiene atentos al relato, ya que hay en ella una absorbente investigación de fondo en donde se combinan muy bien análisis científicos y superchería.
La historia cautiva además en su propuesta argumental gracias a los siniestros personajes que aparecen en pantalla y a que siempre nos ofrece un marco de suspense óptimo para mantenernos interesados en el misterioso relato que se despliega de fondo.
# Si bien tiene mucho de similar a “I Walked with a Zombie” (el tema de Haití, el vudú y la ultratumba), esta producción de la Hammer posee aún mayor intensidad y dinamismo en su ritmo narrativo. Es un filme sumamente escalofriante y fascinante tanto por su argumento como por su factura estético-visual.

Poco antes (dos años para ser exactos) de que Romero transfigurara para siempre el modelo clásico del muerto viviente, el zombie, con su mítica película la Noche de los muertos vivientes (1968) la productora británica Hammer ya se embarcó en un proyecto que tenía como eje principal la temática Zombie (una absoluta rara avis en la productora).

Porque es cierto que la productora Hammer es más famosa por la revisión de las figuras clásicas del terror, de las cuales la mayoría provienen de la literatura, como Frankenstein (por poner el ejemplo más notable, El cerebro de Frankenstein realizada en el 1958 por Terence Fisher), y especialmente Drácula (las revisiones de Terence Fisher respecto al personaje creado por Bram Stoker, con Drácula, el príncipe de las tinieblas el 1966 y Drácula de 1958) , pero también hurgó en historias como la de la religión vudú, y el mito Zombie, que en apenas pocos años sería explotado de una manera mucho más numerosa.

No dirige esta curiosa película el célebre director de la Hammer, Terence Fisher, sino que lo hace John Gilling, un director de origen también británico, que tuvo una fortuna menor que la de su compatriota, pese a que en su filmografía también encontramos alguna pequeña joya. Al igual que Fisher, también Gilling se embarcó en muchos proyectos pertenecientes al género de terror y también bajo el amparo de la productora Hammer (con películas como el Reptil 1966 o el sudario de la momia 1967) e incluso llegó a rodar una película bajo producción española, en la que fue su última película (La cruz del diablo 1975).

Al ser una película anterior a la mítica obra de Romero, es normal encontrarnos que la historia se sustenta en el mito vudú, como herencia tradicional de las películas realizadas décadas antes, como Yo anduve con un zombie (1943). A diferencia de la modernidad de Romero, que era capaz de relacionar la película con el contexto social y económico de una manera mucho más eficaz, la película de Gilling se apoya conscientemente en un arcaizante mundo de formas (pese a que ya en la película encontramos algunos detalles bastante interesantes, como un gusto malsano por la sangre que está mucho más evolucionado que en otras películas de la Hammer) en la que la película se sustenta como una película que aún debe más al sello de producción de la Hammer que a la propia independencia e intuición del director. Así es normal que la película este ambientada en un pasado más o menos victoriano (por lo que podemos deducir entre vestuario y la ciencia que se despliega), que se trata de una característica básica de la Hammer, y que el formato teatral sea de tanta importancia.

Aún así a los Zombies les faltaba poco para que se parecieran a los de Romero. Si bien la caracterización de algunos deja bastante que desear (el de la mujer de uno de los protagonistas), en el género mayoritario de los que nos encontramos (hay como un tipo estándar de zombie en la película) si tiene mucho parecido físico con los que hoy en día tenemos más en mente. De lentitud poderosa y con una gestualidad rígida, es aquí donde la película consigue sus más interesantes cotas. Pese a todo, la película sigue con fidelidad los aspectos más tópicos de la religión vudú y no es cosa extraña ver a los Zombies realizar una de las funciones clásicas según la mitología elaborada Haití, servir de manera esclava a su amo.

El guión de la película deja cualquier tipo de profundidad al margen, para centrarse en el desarrollo lineal del film. De hecho cualquier posibilidad ideológica queda interrumpida por los propios diálogos del film, a destacar uno en que el médico principal, interpretado por André Morell, trata a la práctica vúdu para resucitar muertos como una derivada de la ciencia, un hecho cuanto menos gracioso. Con una presentación interesante pero que deja la novedad de lado para elaborar una película más bien de corte clásico, y que tiene un final que podría haber sido explotado de una manera mucho más eficaz (y que como viene siendo la tónica habitual en muchas películas de la Hammer, termina interrumpidamente sin dar tiempo a cualquier explicación sobre lo que el espectador ha visto).

Pese al tono teatral de la película, que recurre a un minimalismo de recursos, utilizando pocos actores y pocos escenarios donde ambientar la acción (la mayoría de ellos ubicado en interiores), encontramos alguna secuencia que revela un interés notable. Uno de los primeros zooms de la película (realizada para gusto macabro del film, pues se dirige hacia la desagradable vista de un cadáver) o algún que otro juego de miradas entre personajes que resulta bastante inteligente. Desgraciadamente no es el tono mayoritario de la película, que bordea muchas veces el ridículo.

http://neokunst.wordpress.com/2013/11/26/la-plaga-de-los-zombies-1966/