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Black Angel

Drama La Italia fascista, años 40. Atrapada en un infeliz matrimonio, la mujer de un ministro del gobierno comienza una peligrosa y autodestructiva relación con un oficial de las SS. La atracción que siente por el oficial alemán la llevará a introducirse en un mundo clandestino de perversión y juegos eróticos. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
19 de febrero de 2010
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos votos, algunos de ellos por debajo de lo que, considero, esta obra merece. Tinto Brass establece una historia dentro del régimen fascista en la cual despliega un arsenal de emociones encontradas, todas ellas en la protagonista. Emociones que reflejan el espíritu perverso que dominó aquellas épocas; porque desde el sexo podemos ver las oscuras motivaciones de la alemania nazi.

Estructurada en tres etapas, Las perversiones... se inicia por caminos románticos, deriva en el erotismo más provocador y culmina aferrándose a un verdadero desfile en donde el porno toma sus facetas más evidentes. Mediante un uso muy cuidado de la estética, podría asegurar que la obra de Brass elige sus tonos barrocos para volver aún más chocante su retorcido argumento: retorcido porque su falso romanticismo inicial, pero de vivencia legítima por parte de Livia, va salpicándose de fetiches (planos detalle de bragas, medias, pies, culos y tetas) para terminar representando esta edad histórica plagada de dobles caras y sucios intereses.

El pulso de cada etapa es notable por su diferencia con la anterior: montaje tosco y agresivo deviene en uno más pausado hasta culminar en una suerte de "venganza" medida a paso lento, con toda la sorna y mala intención que se pueda imaginar. Lo que sí se le puede objetar a la peli es cierto regodeo melodramático que molesta durante el visionado.

La actuación de los protas denota afectación en sus gestos: por momentos parecen actores de teatro, siempre en esa línea delgada entre la posesión y la sobreactuación, pero por suerte nunca llegan a desnivelarse hacia el ridículo.

Es una peli, a mi gusto, muy recomendable. Pero ojo, vale recordar que se vale del erotismo e incluso del porno para exhibir sus "gracias".
Juan Rúas
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18 de enero de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver películas de Tinto Brass ya indica la clase de tipejo que es uno: vamos a ver en pelotas a alguna de nuestras tías favoritas. Ya nos hizo un favor desnudando a Stefania Sandrelli en La chiave, y ahora el objeto de nuestros cosquilleos es Anna Galiena, maravillosa criatura, como diría Gianna Nannini. La película retoma la excusa de los uniformes nazis y las señoras ligeras de ropa, como si hubiéramos retrocedido a los años 70, y Brass fustiga al espectador con saña sugiriendo que está haciendo un remake de Senso. Pobre Luchino, me lo imagino retorciéndose en su tumba entre espumarajos de rabia. Utiliza diálogos dignos de un patio de carmelitas, y cuando aplica presunta poesía a una felación, dan ganas de abrir una botella de vino y brindar por su santa madre (lo hice). Anna enseña y enseña, y sufre y sufre a manos del diabólico Garko, guapo y bien dotado, qué diablos. Cuando uno se cree curado de espantos, Brass se monta una orgía de obra de fin de curso (eso sí, con algún toque porno), que en lugar de provocar erecciones provoca inhibiciones, pero qué mala suerte, ya es demasiado tarde para tascar el freno, de modo que continúas hasta el predecible final y el incansable desfile de ropa interior. Anna se lo toma con filosofía (con esos atributos, bien puede), y uno se pregunta qué fue de aquella actriz que creíamos predestinada a otros menesteres. La película es, eso, floja, siendo misericordioso, y los tres puntos van por las prestaciones de la espléndida Anna Galiena.
Eduardo
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26 de mayo de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con pretensiones de ser una obra maestra que simplemente se queda en el hecho de ser una película muy floja.

Diálogos absurdos y muy poco trabajados bajo el telón de fondo de la Italia de la II Guerra Mundial. Trama a medio cocer que sirve como excusa para una histórica que resulta más sórdida que erótica, muy explícita a medio camino entre el cine porno y el erótico, con imágenes altamente reconocibles del cine erótico de los años 70.
Uniformes militares, dominación y toda clase de perversiones, en un film totalmente plano y sin más calado de fondo que el sexo por el sexo. El argumento, es simplemente una excusa para el exhibicionismo, y no al contrario. Demasiada retro para los gustos actuales, la película se ve desdibujada rancia y añeja.

Aburrida, demasiado obvia, con un argumento desganado que consigue llevar al espectador a un estado soporífero deseando que de una vez, esta obra de Tinto Brass llegue a su fin. Se hace tremendamente larga, pues la historia no engancha en ningún momento. Ver tanto culo y teta sin ninguna razón, llega un momento que empacha.

De nuevo más de lo mismo, Tinto Brass con más ambiciones que argumentos, vuelve a ofrecernos un film con más carne que cine, que resulta tedioso y pesado.
Posddata
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10 de agosto de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En general, me ha parecido una buena película erótica. Tiene un guión más que aceptable, las escenas de sexo están contextualizadas, tiene un final digno...

Cierto es que no es un erotismo fino, donde delicadas sílfides muestran sus encantos con filtros anaranjados y de suavizado gaussiano. Tinto Brass es más de instintos vitales, de "cuidado que voy con lo que te doy".

Quizás falla un poco el desarrollo. De las dos horas de película, una se va en mostrar el encaprichamiento de la protagonista. Probablemente muchos de los votos bajos se deban a gente que se ha aburrido durante esta parte, y que ha puntuado sin terminar de verla.

Y desde luego, no es cierto que los uniformes nazis estén ahí solamente por fetichismo. Cómo Anna y su marido se mueven alimentando a los dos bandos para tener impunidad, y sobre todo el desenlace, necesitan de esa guerra y esos uniformes.

A destacar el personaje de Anna Galiena, que utiliza su poder económico para satisfacer sus más bajas pasiones. Así son de mezquinos realmente los que se creen superiores a los demás por haber nacido en familia rica.
echulin
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20 de abril de 2024
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Hay que tener valor, mucho valor, para llamar a una película como otra italiana clásica de un monstruo del cine, de Luchino Visconti de 1954. Aquí le añade un número, el 45 con algo de pudor. Es una historia similar, aunque aquí en medio de la IIGM y en un tono erótico. De hecho ambas están inspiradas en el mismo relato de Camillo Boito.
Por momentos recuerda a 'La caída de los Dioses(, de 1969. La morbosidad, los trajes nazis, la ambigüedad sexual del protagonista masculino, la estética y la total falta de moral.
Los protagonistas principales son Anna Galiena (Jamón Jamón, y El marido de la peluquera) y Gabriel Garko.
Quizá pretendiera ser para Brass su película más película, junto con la complicadísima Calígula. Una cinta con la que se considerado algo más que el director de picaronas cintas semipornográficas. Me la imagino con presupuesto, medios y personal suficiente como para hacer una gran cinta. Se ve perfectamente, tiene un diseño de vestuario más que correcto y algo que he notado en todas sus películas, una especie de simetría en los encuadres. Si hay una ventana a la derecha a media algura, la hay también a la izquierda, si hay un mueble, un mueble, las escenas siempre se producen en el centro de la pantalla.
Quizá por eso la presencia de la música de Morricone. Aunque la verdad, ha sido tan prolífico, construye la banda sonora de más de 400 películas, que no se sabe si lo hizo por verdadera dedicación o por continuar en la rueda de los trabajos alimenticios.
Pretende ser una gran cinta, incluso de las que trascienden el género (El imperio de los sentidos, Justine, etc.), pero no lo logra. Es algo larga, sólo tiene interés al principio, en el enamoramiento, y en la caída, pero ambos momentos son resueltos de manera rápida, como si ya se supiera qué pasa y por qué. El resto no deja de ser una sucesión de escenas semi-eróticas que ni siquiera tienen buen gusto.
ÁAD
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